Imprimir archivo pdf: ACIES mayo 2024
Fiesta del ACIES
Allocutio Concilium Legión de María
La Encarnación, el Ángelus, El Acies
P. Paul Churchill, Director Espiritual de Concilium
No podemos pasar nunca por alto la importancia de la Encarnación. Es el
gran momento de la historia en el que Dios, se unió a su Creación y habitó entre
los hombres, incluso entre los animales, viviendo con un cuerpo hecho del barro
de la tierra. El Te Deum de la Iglesia lo expresa así: "Cuando tomaste
nuestra naturaleza para salvar a los hombres, no rehusaste nacer en el seno de
la Virgen".
Esa palabra "anonadarse" evoca en mí el siguiente pensamiento.
No nos resulta fácil comprender lo que este paso supuso para Dios. Puedo
sugerir como posible imagen actual que podría arañar la superficie de lo que
esto significó para Dios: si alguien que vive un cómodo estilo de vida de clase
media en el 1er Mundo optara por vivir en Haití o Gaza o Sudán. ¿Veo alguna
mano levantada en esas comunidades para dar ese paso? Lo que hizo nuestro
Señor, al venir entre nosotros para ser tratado tan vergonzosamente como lo
hizo, fue realizar un acto aún más humilde que el que podría hacer una persona
acomodada al trasladarse a uno de los países más pobres. Pero, para demostrar su
compromiso, eligió nacer en un establo y morir en una cruz. Como comentaba
santa Catalina de Siena, sólo un gran amor puede explicar que alguien dé un
paso así.
La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, al hacer la voluntad de su
Padre, contó también con la ayuda de la Tercera Persona de la Trinidad, el
Espíritu Santo de amor. Ese Espíritu creó un lugar para que la Segunda Persona
se posara y se conectara. La conocemos como María. Como señaló Frank Duff, ella
está tan cerca del Espíritu Santo de amor que, sin dejar de ser pura criatura,
es la expresión perfecta del Espíritu Santo. De este modo, el Espíritu Santo
preparó en María, el lugar adecuado para que el Dios que llegaba pudiera aterrizar
suavemente y hacer su morada entre los hombres. Ella, con su acogida y su amor,
hizo que se sintiera como en su casa, ayudada naturalmente por San José.
Celebramos este gran acontecimiento en la oración que llamamos el
Ángelus. Es la oración que conmemora el gran acontecimiento de la historia, el
momento en que Dios, afirmó su Creación y a nosotros mismos. En cierto modo, eso
es lo que celebramos en Navidad, a Dios entre nosotros. Pero el momento de
mayor genialidad es la Encarnación, la mayor obra de ingeniería, el momento de
la unión hipostática, cuando Dios, se conectó con nosotros y comenzó a compartir
nuestro camino.
Para nosotros, ovejas descarriadas, tiene que ser nuestro momento
redentor. Nos da el ancla firme de la fe y la esperanza de que Dios, amó tanto
al mundo que nos envió a Jesús. Y el Ángelus nos brinda cada día la oportunidad
de reflexionar sobre ello y dar gracias a Dios, por el don que nos ha ofrecido.
No estoy pasando por alto la muerte y la Resurrección de Cristo, sino que son
la continuación de ese primer paso de Cristo entrando en nuestro mundo. Ese
"Heme aquí Señor, vengo a hacer tu voluntad" de Hebreos (10,5-10)
comienza radicalmente en ese descenso del Cielo de la segunda Persona de la
Trinidad y continúa a lo largo de toda su misión. Y con Él, en esa misión, la
Creación adopta una disposición semejante por medio de Aquella que representa
la Creación y la Humanidad: "Hágase en mí según tu palabra".
Por eso es muy apropiado que nosotros, en la Legión, hagamos también
nuestro gran acto de compromiso en ese día, es decir, la fiesta de la
Encarnación, o tan cerca de ella como sea posible. El Acies, la gran ceremonia
anual de todos los legionarios, nos brinda la oportunidad de unirnos a María en
su acto de cooperación total con el Dios entrante. Uniéndonos a ella e
identificándonos lo mejor posible con su fiat, también nosotros nos abrimos al
Dios entrante para que pueda encarnarse en nosotros. Como diría San Patricio, a
quien celebramos hoy: "¡Cristo en todos los ojos que me ven, en todos los
oídos que me oyen, en todos los corazones que piensan en mí!". Cuanto más
ofrezcamos a María nosotros mismos, mejor se hará realidad en nuestro mundo
todo lo que Cristo significa.
"Soy toda tuya mi Reina y Madre, y todo lo que tengo es tuyo".
Esa es la disposición de todos en la Legión de María. Permitimos que Ella,
entre nosotros, que sabe mejor cómo responder a Dios, tome nuestra ofrenda y la
utilice para la gloria de Dios. Acudimos a ella porque, en cierto modo, somos
indignos de acudir a Dios. Queremos imitar lo mejor posible la humildad de
María. Sabemos que tenemos muy poco. Pero también es justo que nosotros, que
somos miembros pecadores de la Creación, nos alineemos con Ella, la sin pecado
de la humanidad, que, en nombre de todos nosotros, dijo "Sí" a Dios.
Ella, que organizó a los sirvientes en Caná, puede tomar nuestra ofrenda de
agua y hacer que su hijo la convierta en el mejor vino.
Por eso, os pido a todos que celebréis el Acies con la mejor disposición e intenciones. E incluso si sois conscientes de que vuestros corazones no son perfectos, ofreced vuestro servicio a Ella, refugio de los pecadores, porque, al fin y al cabo, Ella es la que hizo posible que Dios viniera entre los hombres e hizo que Nuestro Señor convirtiera el agua en vino. Ella puede hacerlo por todos nosotros. Amén.
María, y su gran himno de alegría de María
El Magnificat, que está inspirado en numerosos pasajes del
Antiguo Testamento, especialmente en el cántico de Ana (1 Sam 2,1-10), celebra
la bondad y la misericordia de Dios hacia los individuos y hacia Israel, en su
conjunto, enfatizando que Dios, viene en ayuda de los pobres y sencillos, más
que de los orgullosos y autosuficientes.
Cuando rezamos el Magnificat, especialmente en las
Vísperas de la Iglesia, también nosotros, como María, recordamos las grandes
obras que Dios, ha realizado en la historia y en nuestra propia vida. Al
atesorar estas cosas en nuestros corazones, que nosotros, como María, seamos
inspirados una vez más para hablar a todos de la esperanza y la alegría que
tenemos.