lunes, 1 de abril de 2024

Allocutio Concilium Legion de María marzo 2024

 Allocutio Concilium Legión de María
La Encarnación, el Ángelus, El Acies

P. Paul Churchill, Director Espiritual de Concilium

No podemos pasar nunca por alto la importancia de la Encarnación. Es el gran momento de la historia en el que Dios, se unió a su Creación y habitó entre los hombres, incluso entre los animales, viviendo con un cuerpo hecho del barro de la tierra. El Te Deum de la Iglesia lo expresa así: "Cuando tomaste nuestra naturaleza para salvar a los hombres, no rehusaste nacer en el seno de la Virgen".

Esa palabra "anonadarse" evoca en mí el siguiente pensamiento. No nos resulta fácil comprender lo que este paso supuso para Dios. Puedo sugerir como posible imagen actual que podría arañar la superficie de lo que esto significó para Dios: si alguien que vive un cómodo estilo de vida de clase media en el 1er Mundo optara por vivir en Haití o Gaza o Sudán. ¿Veo alguna mano levantada en esas comunidades para dar ese paso? Lo que hizo nuestro Señor, al venir entre nosotros para ser tratado tan vergonzosamente como lo hizo, fue realizar un acto aún más humilde que el que podría hacer una persona acomodada al trasladarse a uno de los países más pobres. Pero, para demostrar su compromiso, eligió nacer en un establo y morir en una cruz. Como comentaba santa Catalina de Siena, sólo un gran amor puede explicar que alguien dé un paso así.

La Segunda Persona de la Santísima Trinidad, al hacer la voluntad de su Padre, contó también con la ayuda de la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo de amor. Ese Espíritu creó un lugar para que la Segunda Persona se posara y se conectara. La conocemos como María. Como señaló Frank Duff, ella está tan cerca del Espíritu Santo de amor que, sin dejar de ser pura criatura, es la expresión perfecta del Espíritu Santo. De este modo, el Espíritu Santo preparó en María, el lugar adecuado para que el Dios que llegaba pudiera aterrizar suavemente y hacer su morada entre los hombres. Ella, con su acogida y su amor, hizo que se sintiera como en su casa, ayudada naturalmente por San José.

Celebramos este gran acontecimiento en la oración que llamamos el Ángelus. Es la oración que conmemora el gran acontecimiento de la historia, el momento en que Dios, afirmó su Creación y a nosotros mismos. En cierto modo, eso es lo que celebramos en Navidad, a Dios entre nosotros. Pero el momento de mayor genialidad es la Encarnación, la mayor obra de ingeniería, el momento de la unión hipostática, cuando Dios, se conectó con nosotros y comenzó a compartir nuestro camino.

Para nosotros, ovejas descarriadas, tiene que ser nuestro momento redentor. Nos da el ancla firme de la fe y la esperanza de que Dios, amó tanto al mundo que nos envió a Jesús. Y el Ángelus nos brinda cada día la oportunidad de reflexionar sobre ello y dar gracias a Dios, por el don que nos ha ofrecido. No estoy pasando por alto la muerte y la Resurrección de Cristo, sino que son la continuación de ese primer paso de Cristo entrando en nuestro mundo. Ese "Heme aquí Señor, vengo a hacer tu voluntad" de Hebreos (10,5-10) comienza radicalmente en ese descenso del Cielo de la segunda Persona de la Trinidad y continúa a lo largo de toda su misión. Y con Él, en esa misión, la Creación adopta una disposición semejante por medio de Aquella que representa la Creación y la Humanidad: "Hágase en mí según tu palabra".

Por eso es muy apropiado que nosotros, en la Legión, hagamos también nuestro gran acto de compromiso en ese día, es decir, la fiesta de la Encarnación, o tan cerca de ella como sea posible. El Acies, la gran ceremonia anual de todos los legionarios, nos brinda la oportunidad de unirnos a María en su acto de cooperación total con el Dios entrante. Uniéndonos a ella e identificándonos lo mejor posible con su fiat, también nosotros nos abrimos al Dios entrante para que pueda encarnarse en nosotros. Como diría San Patricio, a quien celebramos hoy: "¡Cristo en todos los ojos que me ven, en todos los oídos que me oyen, en todos los corazones que piensan en mí!". Cuanto más ofrezcamos a María nosotros mismos, mejor se hará realidad en nuestro mundo todo lo que Cristo significa.

"Soy toda tuya mi Reina y Madre, y todo lo que tengo es tuyo". Esa es la disposición de todos en la Legión de María. Permitimos que Ella, entre nosotros, que sabe mejor cómo responder a Dios, tome nuestra ofrenda y la utilice para la gloria de Dios. Acudimos a ella porque, en cierto modo, somos indignos de acudir a Dios. Queremos imitar lo mejor posible la humildad de María. Sabemos que tenemos muy poco. Pero también es justo que nosotros, que somos miembros pecadores de la Creación, nos alineemos con Ella, la sin pecado de la humanidad, que, en nombre de todos nosotros, dijo "Sí" a Dios. Ella, que organizó a los sirvientes en Caná, puede tomar nuestra ofrenda de agua y hacer que su hijo la convierta en el mejor vino.

Por eso, os pido a todos que celebréis el Acies con la mejor disposición e intenciones. E incluso si sois conscientes de que vuestros corazones no son perfectos, ofreced vuestro servicio a Ella, refugio de los pecadores, porque, al fin y al cabo, Ella es la que hizo posible que Dios viniera entre los hombres e hizo que Nuestro Señor convirtiera el agua en vino. Ella puede hacerlo por todos nosotros. Amén.

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