miércoles, 19 de noviembre de 2025

Allocuttio Concilium Legión de María, noviembre 2025

Allocutio Concilium Legión de María

Noviembre 2025

P. Paul Churchill, director espiritual del Concilium

Se necesitan milagros de gracia

La reciente Nota doctrinal (¡de solo 20 páginas!) del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que expresa su interés por la invocación a María, como Mediadora de todas las gracias, debe dar lugar a la reflexión y la meditación en la Legión de María. Este documento dice muchas cosas positivas sobre la cooperación de Nuestra Señora con Dios y su intercesión por nosotros como nuestra Madre celestial. Pero cuestiona esa expresión concreta de Mediadora de todas las gracias, que según dice, se presta a malinterpretaciones. Curiosamente, San Luis María de Montfort, nunca utilizó esa expresión. Y si tenemos que sustituirla, ¿por qué? ¿Nos decantamos por la expresión de Montfort, «Mediadora con Cristo», o por un término como «Madre de la Divina Gracia»? Esto requiere más estudio, oración y reflexión. Pidamos a Nuestra Señora que nos conceda la ayuda del Espíritu Santo, para tomar la decisión correcta.

   La cuestión de la gracia, es muy importante. La gracia, es lo que armoniza nuestras almas, con Dios. Si necesitamos algún milagro, necesitamos sobre todo milagros de gracia. Necesitamos la gracia de la verdadera fe, la verdadera esperanza y la verdadera caridad, que nos ayudan a relacionarnos con Dios. También necesitamos las gracias, de la verdadera conversión, el arrepentimiento por nuestros pecados y el firme compromiso con Dios y sus caminos. Necesitamos la gracia, de comprender correctamente la fe, de ver la mejor manera de compartirla, de ser capaces de tocar las almas.

Los milagros de la gracia ocurren. No puedo dejar de notar que nuestra historia, tiene muchas historias de este tipo. La conversión de Agustín, a la verdadera fe desde el paganismo, el retorno de Patricio a una profunda relación con Dios, mientras estaba cautivo, un acontecimiento similar en la vida de Vicente de Paúl, la conversión de Juan de Dios, de sus preocupaciones neuróticas, a tender la mano a los demás, la conversión de Charles de Foucauld, de un estilo de vida egoísta, a un testimonio cristiano entre las tribus del Sáhara, la conversión de Matt Talbot, de la adicción al alcohol a una vida santísima. Hay muchos otros casos similares.

Este tipo de milagros de la gracia, tienen un beneficio a largo plazo, que puede durar siglos y beneficiar a muchas almas. Pero quiero señalar algo que hay detrás de todo ello. Se debieron a la oración. Mónica, siguió rezando por su hijo y nunca se rindió. Me pregunto quién rezaba por Patricio, en su tierra natal cuando él, a su vez, comenzó a rezar durante su cautiverio y llegó a conocer al verdadero Dios. Charles de Foucauld, siempre reconoció las oraciones de su primo por él y tal vez también las de su abuelo. La madre de Matt Talbot, rezó por su conversión. Confiemos en que nuestras oraciones, sean escuchadas y no renunciemos nunca a la oración incesante. Nuestro Señor, una y otra vez, nos pidió que oráramos y nunca nos rindiéramos. La parábola del juez injusto, que cedió a las súplicas de la viuda, terminó con estas palabras: «¿No hará justicia Dios, a sus elegidos, que claman a Él día y noche?». O qué tal estas palabras: «Si vosotros, que sois malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿no dará el Padre celestial, el Espíritu Santo, a los que se lo pidan? Y puesto que el principal deseo de Dios, es la victoria de nuestras almas, no dudemos de que cuando rezamos por las almas, por nuestra propia conversión y la de los demás, sabemos que Dios, nos escucha y está de nuestro lado. Dios, responderá en el momento y de la manera que Él, mejor conozca. Cuanto más recemos, mejores serán los frutos. Hablo de milagros de gracia. También puede haber otros milagros, como los de curación y similares. Conozco algunos que desafían cualquier explicación natural. Sin embargo, repito las palabras de uno de los más grandes místicos, San Juan de la Cruz. Él, advierte sobre los acontecimientos sobrenaturales que llegan a través de nuestros sentidos. Hay muchas personas que se preocupan por ello. Como él, dice, «suelen tener visiones de imágenes y personas de la otra vida... y de luces y esplendores inusuales». Llega incluso a decir que, aunque algunos de ellos, procedan auténticamente de Dios, «nunca hay que confiar en ellos, ni aceptarlos... quien estima estas aprehensiones comete un grave error y corre un peligro extremo de ser engañado» (Subida al Monte Carmelo, Libro II, Capítulo 11).

Lo que este santo, quería destacar por encima de todo era lo espiritual, el camino de la fe, no lo que hipnotiza nuestros sentidos. Incluso dijo que la preocupación por los acontecimientos milagrosos puede debilitar la fe ¿Acaso no dijo nuestro Señor Resucitado: «Dichosos más bien los que creen sin haber visto»? Cuando los fariseos, llegaron y empezaron a discutir con Jesús. Para ponerlo a prueba le pidieron que hiciera un milagro para demostrar que era enviado de Dios, ÉL, se negó. Quería que cambiaran de alma. Los milagros de este mundo no evitan la muerte. Pueden retrasarla durante algún tiempo. Pero lo que importa para la eternidad, son los milagros de la gracia, que convierten al alma, en hija del Cielo. Si Dios, permite algún milagro o acontecimiento sobrenatural, su principal objetivo es ayudar en el camino de la fe, iluminar nuestras almas. Siempre tiene como objetivo producir y. fomentar la fe y la gracia.     

El gran valor de la oración incesante es que expresa la fe y la fe, crece por medio de ella. Con Dios, siempre escuchándonos y amándonos, sigamos orando y abriendo nuestras almas, a la obra de su gracia.

Y añadimos a estas súplicas la petición a la Virgen María, para que actúe ante su Hijo, como lo hizo en Caná y que interceda por nosotros, especialmente en nuestro camino al cielo, donde ya mora en cuerpo y alma y al que, si Dios quiere, todos estamos destinados. Que con su intercesión alcancemos la gracia de una muerte santa y la eternidad entre los santos. Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros.

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