martes, 16 de abril de 2013

APÉNDICE 10

EL ESTUDIO DE LA FE

Sin dejar sus trabajos legionarios, algunos miembros de un praesidium -o todos ellos- harían bien en dedicarse al estudio. Ciertos praesidia -los de internados, los juveniles y los que se especializan en la enseñanza de la doctrina cristiana, etc.- deberían mirarlo como cosa propia.
 
El espíritu intenso de oración y la piedad sólida de la Legión son una base admirable para el estudio, y supera los inconvenientes que pueda haber en él. Los presumidos, los hinchados con su saber, y otros que, atraídos por el estudio, quisieran entrar en la Legión sólo para perturbar y luego salirse, verán cómo su sistema les rechaza. En cambio, la Legión influirá de tal modo en los demás, que les hará perseverar aun después de evaporada la novedad del estudio.
 
Además, el feliz éxito del estudio estará garantizado, porque se emprenderá en espíritu de unión con Aquella cuya humildad y sencillez en buscar la verdad servirá siempre de modelo perfecto a todos los hombres entregados a la adquisición de la ciencia. ¿Cómo será esto?, preguntó el ángel (Lc 1,34); y luego, como respuesta, se le dio Aquel que es la misma Sabiduría divina, la Verdad eterna, la Luz verdadera. Y María sigue siendo la depositaria de este tesoro: a Ella, pues, han de acudir cuantos deseen enriquecerse con Él. Los legionarios mirarán la junta semanal de su praesidium como un reunirse en torno de su tierna Madre, un entrelazar sus manos con las de Ella, repletas de los tesoros de sabiduría que ellos buscan.
 
Así, el legionario emprenderá el estudio con espíritu de piedad, y no como si fuera mero ejercicio intelectual. Otra característica es que el estudio no se hará a base de conferencias, pues, las conferencias no encajan con el modo de ser del praesidium; pero además por la natural tendencia a aflojar, cuando uno o dos se encargan de todo el trabajo con responsabilidad exclusiva, como sucede en las conferencias; y finalmente porque en la práctica, las conferencias suelen estar preparadas y dictadas según el máximo alcance intelectual del auditorio, y la mayoría de éste las siguen con dificultad. Y el resultado es que, como no se entienden las cosas más que a medias, se olvidan pronto. Es mucho mayor de lo que suele suponerse el número de los que escuchan una conferencia erudita con aparente interés y respetuosa atención, quedándose luego completamente en ayunas.
 
Usando el método legionario, el socio no tiene por qué aflojar ni un momento. Cada cual a requerimiento del presidente, da razón del estudio que haya hecho. De este modo se consigue - con diferentes grados, pero con igual intensidad - que todos y cada uno de los miembros tomen responsablemente parte en los esfuerzos que, en el sistema de conferencias, vendrían a pesar enteramente sobre el conferenciante. El socio no es sólo oyente: su actitud mental es activa, no pasiva; trabaja, y su progreso queda apoyado en el buen criterio y vigilancia de la autoridad.
 
Los legionarios darán sentados sus informes sobre el trabajo de estudio, con el libro delante y, si quieren, con los apuntes que hayan preparado. Nada hay en torno que venga a quitarles la confianza. Usarán palabras de su propia cosecha, y comunicarán a los otros sus pensamientos y dificultades en lenguaje sencillo y familiar. Después de cada informe, los demás socios podrán hacer algún comentario o pregunta, y se pasará al informe siguiente.
 
La junta avanzará, no con la velocidad del auto que rueda sobre la superficie, sino como el arado y el trillo, surcando la tierra trabajosamente, para desmenuzarla. Después de cavar y ahondar una misma materia con los sucesivos informes, sin duda los socios lo habrán entendido perfectamente, grabándoselo bien en la memoria.
 
La labor de estudio forma parte integral del trabajo total del praesidium, y necesariamente ha de estar imbuido del espíritu emprendedor que anima a la Legión, impulsando a los socios a hacer uso práctico de sus conocimientos.
 
Aquellos praesidia que hayan adelantado en el estudio deberán pensar en organizar clases y fundar obras para la enseñanza y divulgación de la doctrina cristiana, adoptando todos los medios a su alcance, a fin de repetir el rico caudal de conocimientos que hayan atesorado. En los mismos legionarios, sus compañeros, procurarán implantar un deseo más arraigado de estar bien formados en la fe. Pero esta ciencia que posee la Legión debe llegar a ser patrimonio del público en general, y es preciso difundirla a través de los múltiples puntos de contacto de su apostolado, dando así pasos progresivos hacia "la curación de la más vergonzosa llaga de los pueblos católicos: la ignorancia de su divina religión" (Pío XI, Motu proprio del 29 de junio de 1923).
 
El primer libro de estudio ha de ser el Manual de la Legión, como base esencial para todo legionario. Si no se comprende bien el reglamento legionario, no podrán aplicarse acertadamente los métodos de la Legión, ni al estudio ni a ninguna otra empresa. Todos miran como una insensatez pretender construir una casa sin preocuparse de los cimientos; igualmente fútil sería querer levantar el edificio del estudio cimentándolo sobre los métodos legionarios, sin dar a este fundamento la solidez que sólo un conocimiento perfecto de los mismos puede proporcionar.
 
Otras ramas del saber que más provechosamente podrán estudiarse, bajo la vigilancia del director espiritual, son: dogma y apologética, Sagrada Escritura, sociología, liturgia, historia de la Iglesia, teología moral.
Debiera señalarse para el estudio una parte determinada de la junta - después de la allocutio, por ejemplo -. Y se debe prestar especial cuidado a esta parte de la agenda, dándole forma concreta y estricta, sin permitir que degenere en disputas incoherentes.
 
En cada junta se determinarán los puntos que los socios deben traer estudiados en la junta siguiente. A este trabajo se dedicarán los socios con un empeño y constancia dignos del nombre de legionario, superando la tendencia natural a dejarse llevar insensiblemente por el abandono, hasta hacer las cosas con una negligencia que no deja de ser culpable. Y esto, aunque el estudio mismo no tenga otros testigos que los del cielo, y aunque sea fácil dar un informe regular aun sin haber estudiado más que a medias: son muy distintos el praesidium y la escuela.
 
Todos, uno a uno, darán cuenta del estudio hecho durante la semana anterior: podrán presentar sus dificultades sobre los puntos estudiados, pero no aquéllas cuya solución hallarían ellos mismos con un pequeño esfuerzo más que hicieran.
 
Se animará a los miembros a valerse por sí mismos en todo lo que está a su alcance, y a poner de su parte el máximo esfuerzo. Evítese en las discusiones cualquier digresión inútil o inoportuna, y meterse en cuestiones demasiado profundas, o que puedan conducir al error, o que no vengan al caso. El director espiritual será el principal sostén del praesidium en todas estas materias.
 
Repitámoslo con insistencia: cada socio desempeñará su obligación de trabajo semanal solamente si ejecuta cada semana una labor activa y sólida. No se cumple, ni siquiera en parte, con el estudio.
 
“ ¡Cuán estrechamente aliadas están la pureza y la luz! Las almas más puras son aquellas a quienes Dios da más luz. Por eso, entre todas las criaturas, la Virgen Santísima es la más resplandeciente de luz. De Ella se ha dicho que ilumina a los mismos ángeles. Pero también ilumina a los hombres, y la Iglesia la llama Sede de la Sabiduría. Por eso nuestros estudios, nuestras contemplaciones y nuestra vida entera deben ir gravitando más y más sobre aquella Mujer, entre todas la más bendita, la Madre de la Luz de Luz, el Verbo hecho carne; porque Dios ha revestido del mismo Sol a aquella criatura incomparable, y la ha puesto para que irradie la Luz sobre el universo mundo y sobre toda alma dispuesta a abrirse para recibirla" (Sauvé, María íntima).

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