Imprimir archivo pdf: La Fe nos Guía
Allocutio Concilium Legión de María
P. Paul Churchill,
Director Espiritual de Concilium
Luis
María de Montfort, dice que, ahora en el Cielo, María, no tiene necesidad de la
fe. Pero la conserva para sus fieles servidores en la Iglesia militante.
Describe esta fe como «una Fe viva, animada por la Caridad que nos habilite para
realizar todas nuestras acciones por puro amor, a Ti, a verte y servirte en nuestro prójimo; una
fe firme e inconmovible como una roca...» (La Verdadera Devoción, Parte II, Cap
2, art 2). Estas palabras y las siguientes se incorporan en la oración final de
nuestras reuniones.
Ayer celebramos la fiesta de otro santo de gran fe, San Juan de la Cruz. él, tenía claro que el camino al Cielo sube por la escalera de la fe, que también nos la describe como la Subida al Monte Carmelo. Los carmelitas tomaron su nombre de la advocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo, pero Teresa de Ávila, vio la necesidad de reformar la Orden Carmelita, si querían ser fieles. Juan de la Cruz, un fraile carmelita, la apoyó en esto. Su apoyo tuvo mucha resistencia. Tan que fue confinado a una celda de tipo carcelario en un viejo retrete que le proporcionaba poco alivio del calor del verano o del frío del invierno. A menudo le sacaban y le pedían que abandonara la reforma y, cuando se negaba, le azotaban la espalda antes de devolverle a su celda para que reflexionara y la cambiara de opinión.
En
una audaz fuga, primero desatornillando las bisagras de la puerta de su
prisión, que efectuó lentamente a lo largo de un periodo de tiempo, y luego
atravesando de puntillas una noche el dormitorio, antes de dejarse caer por una
ventana superior mediante una cuerda hecha con sábanas, para finalmente llegar
a una casa amiga, donde se derrumbó completamente traumatizado, encontró la
imagen que le dio el nombre para una de sus grandes obras: “la noche oscura del
alma”.
Su
famoso poema sobre “El Viaje de la Fe”, refleja aquella noche de su huida: «Una
noche oscura, inflamado por los fervientes anhelos del amor -por pura gracia-
salí sin ser visto, estando mi casa toda en calma. En la oscuridad y seguro,
por la escalera secreta, disfrazado -por la pura gracia- en la oscuridad y el
ocultamiento, estando toda mi casa en calma. En aquella alegre noche, en
secreto, pues nadie me veía, ni yo miraba nada, sin otra luz ni guía, que la
que ardía en mi corazón. Ésta me guió, con más seguridad que la luz del
mediodía hasta donde Él, me esperaba -al, que yo conocía muy bien-, en un lugar
donde nadie más aparecía. ¡Oh noche que me guía! ¡Oh noche más hermosa que la
aurora! Oh noche que has unido al Amante, con su amada, transformando, a la
amada en su Amante.
Se
puede oír su clara referencia a los acontecimientos históricos de su huida,
pero también muchas frases bíblicas y evangélicas, así como esa noche a la que
se hace referencia en el Éxodo y en el Exultet de Pascua.
Pero
en el fondo está, la noche oscura de la fe. La verdadera fe, es un viaje en la
oscuridad. Eso puede leerse también en esa gran oscuridad que cayó sobre toda
la tierra el primer Viernes Santo. Jesús en la Cruz, con María a su lado
compartiendo, vivió una noche oscura, pues todos los apoyos sensatos se
apagaron. Sólo la gracia actuó. No hay duda de que Jesús, sufrió físicamente.
La carta a los Hebreos, habla de Él, ofreciendo súplicas con fuertes gritos y
lágrimas. Gritó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Todo le fue
arrebatado, excepto esa fe pura, que confiaba. «En tus manos encomiendo mi
espíritu» fueron sus últimas palabras al morir.
Juan
de la Cruz, por algunas de sus frases, habla de lo que implica la verdadera fe.
«Salí sin ser visto», en otras palabras, no seguí el camino de ser notado o
buscar atención. «Ni miré nada», es decir, me mantuve concentrado y no me
distraje. «Sin otra luz o guía que la que ardía en mi corazón», es decir,
siguiendo únicamente la voluntad de Dios, mostrada por el Espíritu Santo.
Hay
muchas otras luces ahí fuera y una de las palabras favoritas de Juan es «nada».
En otras palabras, no hay nada de valor en esas luces del mundo que puedan
atraer. Y tiene esto que decir sobre los que buscan fenómenos sobrenaturales.
Es consciente de que algunas personas pueden tener visiones o escuchar mensajes
aparentemente de santos o de Nuestra Señora o de Nuestro Señor. «Hay que saber
-dice- que aunque estas aprehensiones vengan de Dios, a los sentidos
corporales, nunca hay que fiarse de ellas ni aceptarlas... Cuanto más corpóreas
y exteriores son, menos cierto es su origen divino. La comunicación de Dios, se
da más común y apropiadamente al espíritu, en el que hay mayor seguridad y
provecho para el alma, que a los sentidos, donde ordinariamente hay extremo
peligro y lugar para el engaño» (Subida al Monte Carmelo, Libro II, capítulo
11).
Observo
que Frank Duff, se apoya más en el camino de la fe, en el amor maternal de
Nuestra Señora por nosotros, que en la devoción a las apariciones.
Permítanme
terminar, sin embargo, citando otros dos breves poemas de Juan de la Cruz, que
son apropiados para este tiempo de Navidad.
El
primero es muy breve: «La Virgen, cargada con el Verbo de Dios, viene por el
camino; ¡ojalá la cobijaras!». ¡Corto, pero muy profundo!
Y
la segunda; «Cuando llegó el momento de su nacimiento, salió como un esposo de
su cámara nupcial, abrazando a su esposa, sosteniéndola en sus brazos, a quien
la bondadosa Madre, acostó en un pesebre. Entre algunos animales que estaban
allí en aquel momento, los hombres cantaban canciones y melodías de ángeles,
celebrando el matrimonio de dos como estos. Pero allí en el pesebre Dios,
lloraba y gemía. Y estas lágrimas, eran joyas que la Novia, llevó a la boda. La
Madre contempló maravillada semejante intercambio: en Dios, el llanto del hombre
y en el hombre la alegría. Para uno y otro, las cosas suelen ser tan extrañas».
De nuevo sencillo pero profundo.
Os
deseo a todos una Feliz Navidad.
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