Allocutio Concilium Legión de María
Octubre 2025
El que quiera ser el primero entre
vosotros que sea como el último y el servidor de todos (Mt 20, 26-27).
El
gran ejemplo de humildad que nos da Nuestra Señora, siempre debe ser recordado,
porque es muy fácil, de muchas maneras, caer en alguna forma de orgullo. Y,
como señala el capítulo 33, n.º 7 del Manual, esto puede causar un gran daño a
la Legión.
Escuchemos
a San Vicente de Paúl: «Por eso debe ser una de nuestras principales
preocupaciones alejarnos de la monstruosidad del orgullo. Pero si ya tiene
cabida en nuestros corazones, entonces una forma adecuada de deshacernos de él
inmediatamente, siguiendo el consejo de Nuestro Señor ya citado, sería
intentar, con auténtica humildad, tener una opinión menos inflada de nosotros
mismos y querer ocupar siempre el lugar más bajo». Y al elegir Nazaret (¿Puede
salir algo bueno de ese lugar? Jn 1, 46) y al pie de la Cruz, ese es el ejemplo
que nos da María.
Escuchemos de nuevo a San Vicente de Paúl: «Todos debemos hacer un esfuerzo especial por reprimir los primeros sentimientos de envidia que pueden surgir cuando la reputación, la estima pública y las obras destacadas de otras organizaciones son mejores que las nuestras. Debemos convencernos definitivamente de que no importa quién predique a Cristo, siempre y cuando se le predique, y que, como tal, a veces incluso más, la gracia y el mérito nos llegan cuando nos alegramos del buen trabajo de otras personas, como nos llegaría si lo hubiéramos hecho nosotros mismos con autocomplacencia o por un motivo menos digno».
Y eso puede ser difícil de aceptar para algunos, pero un aspecto de nuestro enfoque legionario, es dejar espacio a otros grupos y colaborar con ellos. Y si lo hacen mejor que nosotros, alabemos a Dios, no sintamos envidia.
Hay
que escuchar a San Francisco de Sales, ya que reconvirtió a Ginebra a la fe, después de que casi se perdiera con el protestantismo. «¿Podemos juzgar a
nuestro prójimo? No, nunca... Es propio de un alma infructuosa entretenerse
examinando la vida de otras personas». Según San Francisco, quienes tienden a
juzgar a los demás, suelen hacerlo por una de varias razones: o bien (a) tienen
un carácter naturalmente amargado; (b) son arrogantes y orgullosos, y piensan
que menospreciar a los demás les hace ganar prestigio; (c) les gusta demostrar
su inteligencia filosofando sobre el comportamiento de los demás; o (d) actúan
movidos por los celos o la ira, como en el caso de un amante traicionado.
La
cura para todos estos venenos, dice San Francisco, es «beber el vino sagrado de
la caridad». Cuando nos enfrentamos a una situación en la que las acciones de
un prójimo son cuestionables, siempre debemos elegir la explicación más
caritativa posible, dice San Francisco. Incluso si un pecado es evidente,
debemos imitar a Jesús, que abogó por la ignorancia de quienes lo crucificaron:
«Padre, no saben lo que hacen». «Cuando no podamos excusar un pecado», dice San
Francisco, «al menos hagámoslo digno de compasión atribuyéndole la causa más
favorable que podamos, como la ignorancia o la debilidad».
San
Francisco, también exhorta encarecidamente a los cristianos a evitar la calumnia
a toda costa, ya que es «una forma de asesinato. ... De un solo golpe [el
calumniador] hiere y envenena el oído del oyente y la reputación del hombre
contra el que habla». Incluso si hemos visto a un vecino cometer un vicio,
corremos el peligro de caer en la falsedad si lo llamamos borracho, glotón,
adúltero o hacemos cualquier otra acusación basándonos en lo que hemos
presenciado. Y si nos encontramos menospreciando a otra persona o pensando o
hablando mal de ella, ¿qué está pasando realmente en lo más profundo de nuestro
corazón?
«Puesto
que la bondad de Dios, es tan inmensa que basta un solo instante para pedir y
recibir su gracia, ¿qué certeza podemos tener de que un hombre que ayer era
pecador lo siga siendo hoy? Por lo tanto, nunca podemos decir que un hombre es
malvado sin exponernos al peligro de decir una mentira. Si debemos decir algo,
solo es que hizo tal o cual mala acción, que vivió una mala vida en tal
momento, o que hace el mal en la actualidad. Nunca debemos sacar conclusiones
del ayer, al hoy, ni del hoy, al ayer, y menos aún del mañana».
Si
debemos condenar el vicio de otra persona, por el bien de la persona de la que
se habla o de la persona a la que hablamos, debemos tener mucho cuidado de
perdonar en la medida de lo posible a la persona en la que se encuentra en el
vicio, diciendo solo la verdad necesaria, nada más y nada menos. A menudo es la
exageración lo que causa el verdadero daño. Y cuando surgen las emociones,
siempre existe el riesgo de exagerar. O puede que tengamos la mala costumbre de
adornar las cosas, un rasgo que debemos combatir.
Hoy es domingo de misiones. Nuestro Señor dijo: «Los mansos heredarán la tierra». Hay muchos ejemplos de personas humildes que pasaron desapercibidas, por así decirlo, pero que hoy son alabadas por su buena vida y son una inspiración (por ejemplo, en Dublín podemos pensar en Matt Talbot). La persona que quiere salir con valentía, agresividad y descaro para ser un San Pablo, y ondear la bandera en público, tiene que tener cuidado con el por qué y el qué está haciendo. ¿Su propia gloria o la de Dios?
Para
nosotros, en la Legión de María, Nuestra Señora, es el modelo. Reflexionemos
sobre su virtud de la humildad y dejemos que Dios, obre en nosotros como Él quiera, siendo conscientes de que somos pecadores, débiles, sin importancia y
con capacidades limitadas. Entreguémonos a Él, en nuestra nada, porque Él, que
es Todopoderoso, puede hacer grandes cosas por nosotros. Amén.
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