jueves, 1 de junio de 2023

Allocutio Legión de María, junio 2023

 

ALLOCUTIO LEGIÓN DE MARÍA
P. Paul Churchill
Director Espiritual de Concilium


María y el Espíritu Santo

Hoy, apenas unas semanas después de haber celebrado Pentecostés y la Santísima Trinidad, me gustaría profundizar en la teología de Frank Duff, sobre la relación de María y el Espíritu Santo en el contexto de la Santísima Trinidad.

Para Frank, la Encarnación tuvo que ser obra no sólo de una de las personas de la Santísima Trinidad, sino de todas ellas. Dios envió a su Hijo único, encarnado por el Espíritu Santo en el seno de María. La persona concebida por el Espíritu Santo en su seno y que nació, creció, ejerció su ministerio público antes de morir en la Cruz, era el Hijo de Dios encarnado. Pero, ¿quién es esta María a través de la cual Dios se uniría a su creación?

San Francisco de Asís había llamado a María Esposa del Espíritu Santo. San Maximiliano Kolbe, comentando la Encarnación, decía: "¿Qué clase de unión es ésta? Es sobre todo interior; es la unión de todo su ser con el ser del Espíritu Santo. El Espíritu Santo habita en ella, desde el primer momento de su existencia, y lo hará siempre, por toda la eternidad... Esta Inmaculada Concepción increada concibe inmaculadamente la vida divina en el alma de María".

Frank dice: "... el Espíritu Santo no llegó a encarnarse en ella. Le dejó en todos los aspectos una personalidad humana, una criatura pura. Su papel en la encarnación y la redención debía ser completamente humano... debía actuar en nombre de toda la humanidad". Pero "María está hecha y destinada a mostrarnos una semejanza con el Espíritu Santo análoga a la semejanza de Jesucristo con la segunda persona divina".

Sugiere que en el Cielo podemos sufrir primero una confusión sobre la Virgen y el Espíritu Santo. Frank Duff trata de ayudarnos a comprender mejor esto mediante el uso de una imagen moderna. La imagen de alguien en la televisión no es lo mismo que esa persona, pero la televisión ayuda a comunicar la apariencia y las palabras y expresiones corporales de esa persona. Y dice que para nosotros mirar a la Virgen es la mejor imagen que tendremos del Espíritu Santo.

Frank da un paso más y dice: "Al encarnarse en Jesucristo, Dios ha asumido la forma masculina". Y luego añade, para que nadie se pregunte si Dios ha denigrado a la mujer, que Dios lo equilibra todo a través de María. Vuelve a aquellas palabras del Génesis: "A su imagen y semejanza lo creó; varón y hembra los creó" (Gn 1,27). Cuando el Dios trino fue configurando su plan con vistas a la Encarnación, diseñó la creación para reflejar en ella a las tres personas de la Trinidad. La mujer se forma a partir del Espíritu Santo, dador de vida como decimos en el Credo; el varón se forma a partir de la segunda persona de la Trinidad.

Esto coincide con una opinión que he encontrado en la literatura católica, ortodoxa y protestante: el Espíritu Santo es la dimensión femenina de Dios. Esto también se refleja en el Libro de la Sabiduría, que habla de Dios Creador, luego de ese hombre que desafía tanto a la sociedad que lo ponen a prueba con crueldad y luego pasa a hablar de la Sabiduría y sigue refiriéndose a ella en femenino. La Santísima Trinidad, en su ordenación de la creación con vistas a la Encarnación, creó al varón y a la mujer a imagen de la Santísima Trinidad; la segunda persona se imagina en el varón, la tercera persona en la mujer. Todo ello para que, en la plenitud de los tiempos, la segunda persona se encarne en la persona de Jesús y el Espíritu Santo se exprese más plenamente a través de María.

Hay muchas más implicaciones en el pensamiento de Frank en las que no entraré hoy. Por el momento será útil volver a la simple doctrina de la Santísima Trinidad. Las tres personas son Dios. Todas son iguales en dignidad. Pero todas tienen papeles diferentes. Un mundo que no respeta la igualdad entre el hombre y la mujer no hace justicia a Dios; del mismo modo, un mundo que intenta eliminar las diferencias de naturaleza y de papel entre el hombre y la mujer puede estar atravesando la Santísima Trinidad.

Está claro que lo que Frank nos plantea requiere una oración y una reflexión más profundas por parte de toda la Iglesia. Apresurarse a tomar decisiones como si las diferencias entre lo masculino y lo femenino fueran meras casualidades podría no sólo ser atentar contra la naturaleza, sino pecar contra la Santísima Trinidad. Frank nos desafía a una reflexión mucho más profunda, no a seguir superficialmente la última moda. Permítanme terminar con la colecta de ayer en misa: "Oh Dios, que preparaste una morada adecuada para el Espíritu Santo en el Corazón de la Santísima Virgen María, concédenos por su intercesión ser templo digno de tu gloria. Amén".

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