Incluso en la escuela de María, la servidumbre a Jesús, significa servicio, antes que a uno mismo. En efecto, en cuanto el Arcángel Gabriel, la abandonó después de la Anunciación, María, no se cruzó de brazos complacida, regodeándose en su recién investida dignidad de Madre de Dios, sino que se apresuró a ayudar a su prima Isabel, que estaba encinta a su avanzada edad.
Así también, en las bodas de Caná de Galilea, mientras los demás disfrutaban de la comida festiva, María, vió las tinajas de vino vacías y "provocó" el primer milagro de Jesús. Para María, por tanto, ser esclava del Señor, significaba salir al encuentro de las necesidades de los demás, y sigue haciéndolo aún hoy desde su trono en el cielo.
Ella nos enseña a no agobiarnos con nuestros títulos y logros, a no envanecernos con lo que pensamos de nosotros mismos o con lo que los demás dicen de nosotros, sino a poner con alegría nuestro tiempo y nuestros talentos al servicio de Dios y del prójimo.
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