viernes, 1 de noviembre de 2024

Sexta y última parte sobre la virtud de la Humildad Tesoros de Cornelio a Lapide 2º Tomo

 Presentación: La Humildad 6° parte 

 
Comentario de
CORNELIO A LÁPIDE 
sobre La Virtud de la Humildad 
6° parte

16.º La humildad asegura al hombre lo que es necesario a la vida, y hasta le asegura la abundancia

«Los valles se cubren de mieses», dice el Salmista (64, 14). Los valles representan a los humildes. Añade el Salmista: «Ya veis, Señor, fuentes en los valles; sus aguas corren al través de las montañas» (103, 10)

 17.º La humillación es un bien precioso

«¡Qué ventajoso es para mí, y qué bueno, Señor, el que me hayáis humillado!», dice el Profeta David (Salmo 118, 71) Las humillaciones nos hacen reconcentrar, hacen volver al hombre de sus extravíos, le abren los ojos, le desprenden de los bienes, de los honores y de los placeres del mundo, le hacen conocer la nada del cuerpo y de todas las criaturas, y le inclinan a no unirse más que a Dios, que es el único rico, grande, bueno, soberanamente amable y digno de admiración y de alabanza.

 18.º La humildad satisface toda justicia

Con la humildad pagamos cuanto debemos a Dios; porque el hombre humilde se somete a Dios por espíritu de religión, y hace cuanto Dios le exige. Satisface sus deudas con el prójimo con una atención y una caridad sinceras; pues el hombre humilde es siempre caritativo, dispuesto a prestar servicios, a socorrer, a ayudar y a consolar. Ved a las humildes hijas de la caridad en los hospicios que hacen su trabajo humilde y por amor a Dios. El hombre humilde satisface también las deudas que tiene consigo mismo, sujetando el cuerpo al alma con la continencia, y sometiendo el espíritu a Dios.

 19.º La humildad place infinitamente a Dios

Dice San Luis, obispo franciscano de Tolosa: «Nada es tan agradable a Dios como una vida llena de méritos y acompañada de una grande humildad; porque somos tanto más agradables a Dios,cuanto más nos despreciamos a nosotros mismos por Él».

Los humildes son los predilectos, los favoritos de Dios.

 20.º La verdadera dicha está en la humildad

«Bienaventurados es decir felices, los pobres de espíritu», nos dice Jesucristo, es decir, los humildes (Mat. 5, 3). Y Dice San Agustín: «Con mucha razón entendemos por pobres de espíritu a los humildes, porque su espíritu no está hinchado de orgullo.

El principio de la gracia, de la gloria, del reino celestial, es la humildad; y es muy cierto que la verdadera dicha sólo se halla en la gracia y en la gloria celestial.

Dice San Nilo,discípulo de San Juan Crisóstomo: «¡Bienaventurado aquel cuyo espíritu es muy humilde!»

Dice San Jerónimo al hablar de Santa Paula una de sus discípulas: «Huyendo de la gloria, se hizo merecedora a la gloria». Y María dice: «Habiendo el Señor puesto su consideración en la humildad de su sierva, todas las generaciones me llamarán bienaventurada» (Lc. 1, 48).

«Llenos de humildad esperamos el consuelo del Señor», dice Judith (8, 20)

Y nos dice San Efrén, Doctor de la Iglesia: «La humildad es una gran felicidad y gloria; no tiene caída ni ruina»

Y Séneca: «Si queréis ser felices, pensad primero en despreciaros a vosotros mismos, y desead ser despreciados por los demás» (Prov.)

Dios consuela, llena de alegría y vivifica a los humildes.

21.º La verdadera perfección está en la humildad

La virtud de la humildad es el árbol de vida que crece y se eleva siempre.

Cuanto más llena está la espiga, más se inclina al suelo; cuanto más cargado de frutas está el árbol, más ceden sus ramas. Lo mismo sucede con el humilde.

22.º La humildad asegura la salvación

Dice el rey Profeta (David): «Señor, salvaréis al pueblo humilde» (Salmo 17, 28) «Dios salvará a los espíritus humildes» (Salmo 33, 19)

Y ¿cómo no ha de salvarse el humilde, siendo la humildad de Jesucristo y de María causa de nuestra salvación?

San Juan Crisóstomo dice: «La humildad ha hecho entrar al buen ladrón al paraíso antes que a los Apóstoles».

San Optato (Obispo africano en Numidia), dice también: «más vale el pecador humilde que el inocente orgulloso».

La humildad ha venido del Cielo, y a él conduce.

 ¿QUÉ HEMOS DE HACER PARA SER HUMILDES?

«Hemos de ser aún más humildes de corazón y de espíritu que de palabra; es preciso que nuestra conciencia nos halle humildes, y que estemos convencidos de que nada somos, nada sabemos y nada comprendemos», nos aconseja San Anselmo Doctor de la Iglesia.

 «Sed amantes de vivir ignorados y de ser tenidos por nada», dice La Imitación de Cristo (Lib. I, c. II.)

 Hemos de tener los humildes sentimientos de Salomón y decir con él: «Soy el más insensato de todos los hombres, y la sabiduría no está conmigo» (Prov. 30, 2). El Espíritu Santo quiere enseñarnos con estas palabras que la verdadera sabiduría consiste principalmente en el conocimiento de nosotros mismos, de nuestra miseria y locura, y en tenernos en poco.

 Trabajar como San Agustín para conocer a Dios y conocernos a nosotros mismos, es el verdadero medio de comprender la humildad y practicarla.

APRENDAMOS A HACER ACTOS DE HUMILDAD POR EL ORDEN SIGUIENTE:

Acto 1.º Despreciarnos a nosotros mismos.

Acto 2.º No creernos buenos para nada.

Acto 3.º No querer ser estimados.

Acto 4.º Querer ser considerados como viles y despreciables.

Acto 5.º Sentir necesitar educación.

Acto 6.º Rebajarse siempre más que los otros.

Acto 7.º Estar resignados a todo.

Acto 8.º Someternos por Dios a todos los hombres.

Acto 9.º Abrazar lo más humillante.

OTRO ORDEN RELATIVO A LOS ACTOS DE HUMILDAD:

1.º No decir nada para ser alabados.

2.º No alegrarnos de las alabanzas.

3.º No hacer nada por respetos humanos.

4.º No disculparnos a nosotros mismos.

5.º Ahuyentar los pensamientos vanos.

6.º Considerar a todo el mundo como superior a nosotros.

7.º Recibir bien todas las humillaciones.

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