viernes, 1 de noviembre de 2024

MÍSTICA DE LA LEGION DE MARIA, P. Federico Wessely 1962

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MÍSTICA DE LA LEGION DE MARIA

P. Federico Wessely
1962 

ÍNDICE

NATURALEZA Y META DE LA LEGIÓN 
LAS ALTAS CUALIDADES DEL SERVICIO EN LA LEGIÓN 
EL TEOCENTRISMO DE LA LEGIÓN 
Dios actúa en nosotros 
Dios actúa en María 
Medianera de todas las gracias 
Inmaculada 
Madre Nuestra 
EL SIGNIFICADO FUNDAMENTAL DE LA DEVOCIÓN MARIANA 
Unión con la Inmaculada 
Unión con la Madre de Dios y la Madre de nuestras almas 
Intimidad del trato con María 
La "verdadera devoción" de san Luis María de Montfort 
EL PUNTO CARDINAL DE LA DEVOCIÓN LEGIONARIA 
El amor a Jesús en el asistido 
El amor a la Cruz 
El amor a la Legión en el hogar místico de Nazaret 
EL MÁS HONDO MISTERIO DE LA VIDA LEGIONARIA


(El presente estudio se propone esclarecer las convicciones más hondas de la Legión de María. Desea también destacar en qué forma quiere transmitir la Legión a sus miembros la suma de sus conocimientos y experiencias. Se intentará pues mostrar en estas páginas cómo el ideal de la Legión va surgiendo gradualmente ante el legionario. Advertimos que no se trata aquí de un estudio exhaustivo del sistema de la Legión). 


La Legión de María se presenta ante nosotros como una vastísima organización, cuyos miembros están unidos en estrecha colaboración por un determinado programa de oraciones y trabajos, por reglas perfectamente definidas. La suma de todas estas reglas que deben ser observadas en letra y en espíritu se califica como sistema de Legión, del que se dice es inmutable. Esta cualidad estriba el carácter mismo de la Legión. Tal vez provoque en un principio conflictos, en primer lugar, porque se supone que en ella se halla la reivindicación de una inmutabilidad
 absoluta, inviolable aun para el Concilium; en segundo lugar, porque aunque al trabar conocimiento con la Legión nos impresionan sus principios y reglas y su modo de trabajar, nos sentimos sin embargo tentados a transformar el sistema a nuestro propio antojo para adaptarlo a las condiciones locales. 
Tales oposiciones carecen de fundamento. No es absoluta la inmutabilidad del sistema. La historia de la Legión demuestra que en el transcurso del tiempo se han llevado a cabo modificaciones o aditamentos. Sin duda son rechazadas enérgicamente las modificaciones arbitrarias de legionarios en particular o de grupos de Legión. Esto parece a algunos insoportable, y no existe país ni ciudad, distrito ni lugar, en que no haya sido expresado el deseo de modificar el sistema según las circunstancias locales y culturales.

No obstante, se persiste tenazmente en la invariabilidad, no sólo por no arriesgar la unidad, sino por la razón de que el sistema de la Legión debe considerarse como producto de una intuición. Cuando dice el libro, por ejemplo, seleccionando determinados trozos, que la falsificación del sistema nunca alcanzará la belleza de la inspiración que conserva la fuerza original, expresa con claridad que no nació el sistema de meras consideraciones humanas de utilidad, sino a raíz de una visión, que bien puede suponerse de origen sobrenatural. Así pues, cada una de las reglas debe considerarse como una consecuencia y continuación de dicha intuición. Por eso es inadmisible que alguien trate de cambiar el sistema. El simple intento de hacerlo descubriría que el interesado no participa en dicha intuición fundamental. 

Ahora bien, ¿cuál es esta visión profunda que asistió al nacimiento de la Legión y cuyo resultado es el edificio de la misma? Hemos de tratar de resolver esta cuestión si queremos entender la espiritualidad de la Legión. No puede ser difícil resolverla toda vez que la Legión no quiere mantenerla en secreto. 

Las fuentes que pueden proporcionarnos un íntimo conocimiento de la Legión están ciertamente a nuestro alcance. Debe citarse en primer lugar el Manual Oficial de la Legión. Es el libro de reglas que cada legionario activo posee; es más que un libro de reglas. Contiene todos los puntos de vista propios de la Legión, el ideal religioso a que ella tiende con afán. En él se encuentra patente el resultado de todas las experiencias hechas en la Legión y la formulación concisa, doctrinaria a veces, de los principios durante tanto tiempo y bajo tantos aspectos comprobados; en él se halla, la exposición exacta de la teoría y la práctica de la actividad legionaria, así como también la forma en que está organizada, por cierto con tal precisión y solidez, que todo aquel que tenga interés por esta asociación dará con los medios de afiliarse a esta organización o incluso de ampliarla con la fundación de una nueva rama. 

Para comprender con toda claridad los perfiles del ideal de la Legión no basta, por lo general, con una simple lectura del libro de la misma. Frank Duff, el fundador de la Legión, estaba absolutamente cierto de que no basta una palabra o una conferencia para comunicar lo que integra últimamente la vida legionaria. Veía claramente que este conocimiento no se desarrolla sino paso a paso y sólo si va acompañado de la actividad que le corresponde. Por eso el Manual no da de modo alguna una instrucción teórica al principio, para, una vez consumada ésta, iniciar a los legionarios en la práctica, sino que hallamos en él reunido en diferentes párrafos y capítulos todo lo que debe constituir igual medida la ciencia religiosa y también la actividad del legionario, sin que ningún sistema se descubra en toda la estructura a pesar de que, posiblemente, en ningún otro libro se hable tanto de sistema como en éste precisamente. Sin embargo, tal falta de sistema es sólo aparente, ya que, en realidad, quien se dirija a esta escuela se verá conducido sin apenas apercibirse de ello, a la cima desde la cual se da aquella visi6n de los objetos que ha llevado al nacimiento de la Legión, al tiempo que le será concedida aquella orientación interior de sus disposiciones que ayudará a la conservación de la Legión y a su perfeccionamiento. 

Si se aspira, pues, a comprender la esencia de la Legión, será menester recurrir en primer lugar al manual y seguir en él paso a paso el curso de las ideas y hacer que se conviertan en hechos. Para hacerlo, resultará, que los diferentes capítulos fácilmente comprensibles para todos ya durante una primera lectura, no serán plenamente asimilados ni aparecerán con suficiente claridad, en tanto no nos dejemos guiar hasta la cumbre. 
No es el Manual la única fuente que informa sobre el carácter de la Legión. Es preciso citar asimismo la Historia de la Legión, aparecida en la revista "Maria Legionis" desde el año 1937 hasta 1944, en la que Frank Duff relata los primeros pasos de la Legión. Esta Historia apareció primero en alemán, en forma de libro, y lleva el título: "Wie man die Welt erobert". Puede calificarse esta Historia de la Legión como fuente de conocimientos de primera calidad. En ella se presenta la vida legionaria con tal realismo y viveza, que los distintivos característicos de la Legión aparecen como en relieve. Es un libro que presenta las palabras del Manual Oficial con una luz peculiar. 

Como fuentes deben también considerarse dos breves escritos de Frank Duff, a saber: "¿Podemos ser santos?" y "El camino de Montfort de la Verdadera Devoción a María".

El primer escrito es una instrucción llevada acabo en términos generales sobre la vida de piedad, valiosa para nuestro tema, porque señala con ejemplar sobriedad y sencillez la senda hacia el ideal por la que todos pueden caminar, y porque trata detalladamente de los problemas referentes a la santificación personal, cuya solución el Manual, frecuentemente, no hace más que bosquejar, pudiendo por tanto, descubrirse también a través de esto las ideas fundamentales y la intención del autor del Manual. 

"The Montfort-Telescope", como indica su nombre, quiere facilitar aquella visión de la realidad que hace comprensible la devoción de Montfort, de tanta trascendencia para la Legión. 

Aparte de las citadas fuentes debemos hacer mención todavía de "Almas en juego". Tratase de una recopilación de artículos, que, bajo el seudónimo de "Mitchell", aparecieron primeramente en María Legionis. Esclarecen de un modo sumamente convincente la validez universal y gran actualidad de los principios de la Legión. 

Si ahora emprendemos la tarea de hacer comprender la esencia de la Legión, nos atendremos al Manual y trataremos de mostrar cómo es educado el "aprendiz" sistemáticamente por el maestro para una apreciación ideal de la vida de Piedad. Resaltemos una vez más el hecho de que estas instrucciones no se llevan acabo de modo que el ideal vaya surgiendo ante nuestra vista gradualmente, mediante asociación de los diferentes conocimientos, a modo de mosaico, sino, de manera que este ideal brille con colores cada vez más vivos con una luz cada vez más resplandeciente. 

Allí donde sea necesario o útil, recurriremos a las citadas fuentes para completar el Manual. 


NATURALEZA Y META DE LA LEGIÓN

Las primeras instrucciones informan al legionario por lo general, sobre lo que es la Legión. Es una asociación de católicos reunidos bajo la dirección de la Madre de Dios para emprender, a modo de ejército perfectamente organizado, la lucha contra el mal. Se alude a su humilde origen y se hace cierto hincapié sobre tres puntos: primero, los legionarios son lo que son, por la llamada de la Madre de Dios, su Reina; segundo, que mediante la reproducción de la imagen de María en su alma, los legionarios tienen que glorificar a Dios del mejor modo posible y llevarlo a los hombres; tercero, que toda su actividad esté en perfecta consonancia, con la autoridad eclesiástica y con las reglas a que se someten. Son tres ideas harto sencillas, íntimamente relacionadas entre sí. Es preciso servir a Dios del mejor modo posible. Esto sólo es factible mediante la reproducción de la imagen de María. Dicha reproducción es una Gracia, y la disposición de seguir a la Gracia se exterioriza en la obediencia a la Iglesia. 

Al decir que en la Legión debe ser reproducida la imagen de María, con ello se alude a la Legión como entidad, como asociación, y también a cada uno de los miembros de la asociación. Es importante destacar este hecho, porque mediante él se comprende el que la Legión, como organismo tenga cuidado de sí misma como de un todo, lo mismo que de sus miembros, y trate de perseguir ese fin. Aspirará pues, a que los ejercicios en común, en las deliberaciones y decisiones colectivas se muestre María como Reina de la Legión, y tratará de ayudar a cada legionario en particular a aproximarse a dicho ideal, de modo que la Legión como entidad, y también cada uno de los legionarios, se vea animado por el espíritu de María, es decir, colmado de sus virtudes, del espíritu de humildad, obediencia, paciencia, mansedumbre, y de todas las demás virtudes, pero muy en particular del espíritu de fe y de caridad.

No hay nadie que desconozca enteramente estas virtudes que deben adornar a la Legión como entidad y a cada miembro de ella en particular, ni nadie que en lo substancial no llegue a formarse un concepto exacto de las mismas. Pero hay diferencia entre virtud y virtud, o sea, existe un número infinito de grados y la Legión, es decir, el legionario no debe darse por satisfecho con el grado ínfimo, si quiere cumplir su misión fielmente y hacer honor al nombre de "Legión". A qué grado aspira la Legión es algo que se dará a conocer al legionario mediante nuevas y muy importantes enseñanzas sobre el carácter de servicio de la Legión.


LAS ALTAS CUALIDADES DEL SERVICIO EN LA LEGIÓN 

El capítulo que trata del servicio en la Legión explica detalladamente de qué índole debe ser la imitación de María, qué carácter ha de tener la conducta virtuosa del legionario. Tras una breve introducción sobre las cualidades de la legión romana, que deben encontrarse en la Legión en grado superlativo y de modo sobrenatural, se habla de la conducta que el legionario tiene que observar en su actividad con respecto a Dios y los hombres. En cuanto a lo primero debe interpretarse el servicio como sacrificio. Por tanto, las distintas órdenes que el legionario ha de cumplir deben constituir una ofrenda hecha a Dios. En su actividad debe manifestarse algo de aquella entrega que nos es revelada en la Cruz del Redentor. Esta entrega debe ser nuestra correspondencia al amor de Dios. Sí, debe constituir un gran sufrimiento e incluso algo así como un martirio el no poder corresponder con el propio sacrificio a todo cuanto se ha recibido. La atención del legionario es dirigida pues, al hecho de que es rico en Cristo, de que es obsequiado por Dios, para quien jamás el propio sacrificio, por grande que sea, podrá ser plenamente adecuado. 

Tales sentimientos no deben permanecer ocultos en el corazón, sino revelarse por la forma de realizar esta entrega al mundo. La forma exterior de llevar a cabo dicha entrega es, por otra parte, sencilla. Resulta duro el trato con personas que quieren sustraerse al buen influjo, la burla e ingratitud de que se es objeto, el roce continuo con personas que no aman a Dios y que están llenas de odio; mas en ello puede mostrarse un reflejo de aquel amor que da su vida por los amigos; esto es posible aunque no se le exija al legionario un martirio sangriento. 

Este amor que el legionario se afana alcanzar es preciso demostrarlo. Pero no lo demuestra ni la abundancia ni el peso del trabajo en sí, se manifiesta en aquellos sacrificios que resultan de las atenciones personales para con los demás, de la participación sincera en la suerte del prójimo. Es menester vencer la repugnancia natural que inspira el ocuparse de personas casi o enteramente degradadas y el tratarlas incluso como si fueran amigas. Y no bastará que las tratemos como si fueran amigas sólo cuando no nos hallemos en público. Hay que tener el valor de tratar con estas personas aun ante los demás con toda clase de muestras de respeto. 

Claro está que no bastarán palabras amables para demostrar estos sentimientos amistosos. Es en el campo de las relaciones con los demás hombres, donde han de desplegarse las mayores virtudes del legionario, el máximo dominio sobre sí mismo, y en él no tienen que existir límites para la propia entrega. Es posible que los grandes esfuerzos para lograr un buen objetivo no procedan de esta conducta. El efecto de tales esfuerzos será sólo insignificante. Mas si la acción procede de un corazón lleno de dedicación, será inmensa su fecundidad, aunque nunca, o sólo dentro de ciertos límites se ponga en juego por entero dicha dedicación 
El servicio exigido por la Legión es en este sentido ilimitado. Recalcamos que se trata no sólo de un consejo, sino de un requisito indispensable, si se quiere perseverar en el apostolado. Una perseverancia perpetua será heroica en sí. Es la recompensa que recibe únicamente una cadena ininterrumpida de actos heroicos. Así pues, este requisito del servicio ilimitado se refiere tanto a la duración temporal como a la calidad del trabajo. Se refiere tanto a la vida apostólica como tal, como a cada uno de los diversos actos. Todo trabajo debe ejecutarse hasta el fin y del mejor modo posible. La dificultad de una empresa nunca debe ser la causa de no emprenderla. Una vez emprendida hay que continuar con ella aunque no sobrevenga inmediatamente el éxito. Hay que continuar con ella sin dudar del éxito. De ahí que se exija que cada grupo de Legión y cada legionario en particular rechace en absoluto toda clasificación de los diversos casos en prometedores, menos prometedores y desesperados. Porque con ello no sólo se paraliza la propia energía dando acceso en el corazón a la duda que se sentará en él y acabará por acompañar a todas las demás obras, sino que, y esto es aún mucho peor, la fe no ocupará ya en la actividad del legionario el lugar que le corresponde. Mas éste es el comienzo de un modo de pensar meramente natural, en el que juega tan importante papel el respeto humano, y el resultado es un servicio carente de todo entusiasmo que ofrece al Cielo un sacrificio humillante.

El servicio, en el cual debe manifestarse la imitación a María es, pues, concebido como un sacrificio ofrendado en prueba de gratitud por todo aquello que se nos donó en la Cruz. Dicho sacrificio se muestra en la entrega a los hombres y, por lo mismo, en todo lo que reclama el amor a ellos. Tal entrega ha de proceder de un corazón que esté colmado del espíritu de la fe y que se deje guiar por él.

Esta actitud interior es de enorme importancia. El programa de acción es sólo secundario. En primer lugar debe orientarse al legionario en el sentido de fortalecer su fe, de disponerse a poner en juego todas sus facultades; debe estar lleno de caridad, ser disciplinado, constante, ha de estar pronto a emprender las más arduas tareas y a conformarse a sí mismo con el papel de simple sustituto; ningún cometido debe serle demasiado grande, ningún deber demasiado insignificante, todo lo cumplirá con idéntico esmero. Todo esto tiene que ser así, a todo esto se aspirará, porque la Legión está consagrada a la VIRGO FIDELIS. Todo eso es, pues, imitación de María. Con ello se expresa la convicción de que el legionario que de tal modo se afana, reproduce en sí la imagen de la VIRGO FIDELIS y cumple así su auténtica misión.

La primera lectura del capítulo sobre el servicio en la Legión, suscitará probablemente en el legionario emociones distintas y, en parte, contradictorias. Por una parte fascinará al legionario lo sublime del ideal, y se dirá que aquí, en la Legión, se toma verdaderamente en serio el ansia de santificación; pero por otra parte, se sentirá desalentado por parecerle dicho ideal demasiado alto para que pueda alguna vez lograrlo. Y hasta temerá hablar de él, porque cada vez le trae más a la memoria su insuficiencia. 

El segundo sentimiento de insatisfacción brotará por no poder establecer una auténtica relación entre el ideal del servicio en la Legión aquí señalado y la imagen de María que él se ha representado hasta ahora. 
Se preguntará hasta qué punto el servicio en la Legión, tal como se le presenta aquí, es imitación de María.
Llegado el legionario a este punto, parece venido el momento oportuno de transmitirle aquellas verdades acerca de Dios y de su santísima Madre que desvanecen estas dificultades. Están contenidas en el siguiente capítulo del Manual, titulado: Piedad legionaria. En él se muestra al legionario cómo debe observarlo todo, hasta su propio proceder, desde un punto de vista superior, divino, y se le enseña a contemplar a María bajo esta misma perspectiva. Este capítulo es de extrema importancia y nos aproxima ya al corazón del sistema de la Legión; al mismo tiempo hace que el servicio en la Legión aparezca con una luz nueva. 


EL TEOCENTRISMO DE LA LEGIÓN 

Dios actúa en nosotros

Recordamos haber indicado repetidamente al legionario, considere las cosas desde un punto de vista superior. La Legión de María le fue presentada como obra de la Madre de Dios, su decisión de asociársele se designó como llamada, como elección hecha por María. Se le dijo que Cristo le amó primero y que con sus propios actos no puede hacer más que corresponderle débilmente...En este capítulo se enseña al legionario a apartar su mirada de sí mismo y a dirigirla hacia Dios. Quiere estimulársele a que se fije más en Dios y en su actuación que en sus propias obras. Dios quiere que nuestras fatigas le proporcionen gran gloria; por eso las purificará, las hará fecundas y perseverantes. Tal vez hasta este punto apenas haya pensado el legionario en esta realidad y haya contado más con sus propias fuerzas que con la potencia y la voluntad de Dios. Hasta el momento ha visto en Dios más bien al espectador de sus acciones, como no actuando por lo tanto en su alma, y de ahí que, puede decirse, no ha dejado o apenas ha dejado que esta actuación fuese eficaz. Por eso ha vacilado tanto, lleno de entusiasmo unas veces, de indiferencia otras, respecto a sus trabajos apostólicos. Pero es ya hora de que aprenda a mirar a Dios, de que reconozca en Dios a Aquél que actúa en él. No significa esto que debe cruzarse de brazos e, inactivo, esperarlo todo de Dios. No, el cambio interior que ha de operarse en él consiste más bien en que aprenda a considerar los buenos sentimientos, los Dobles afanes, como algo puesto en él por Dios. Dios no le rehúsa su mano. Si el legionario se sujeta de la mano de Dios mediante su esfuerzo, el éxito no podrá, finalmente, dejar lugar a dudas. 

Mediante semejante contemplación de la realidad aprende el legionario a abrirse más y más a esta actividad divina, y de esto forma este divino obrar, al que debe todas las buenas aspiraciones, prevalecerá más poderosamente todavía, de modo que los altos fines que se ha fijado se aproximarán cada vez más a su realización. Esta meta elevada que el legionario se propone alcanzar es la santificación de su propia vida y la de todos los hombres. Hasta ahora no sabía aún, o no había reparado en que esta fijación de una meta es una gracia, y en que también lo es la persecución de dicha meta. Cuanto más reconozca que Dios quiere mil veces más que nosotros que seamos santos, que nuestro éxito en la conversión de los hombres le importa mucho más que a nosotros; cuando más se dé cuenta de que Dios obra incesantemente en nosotros para hacernos alcanzar estos objetivos, tanto más sereno y constante proseguirá su obra leal y pacientemente, lleno de fe en la actuación divina, despreocupado de las apariencias externas, despreocupado del visible éxito o fracaso. Reconocerá cada vez mejor que su tarea no puede consistir en otra cosa más que en disponerse debidamente al divino actuar, que de sí conduce infaliblemente al éxito.

Hemos de señalar una vez más que esta invitación a considerar los objetos desde un punto de vista superior no nos llega de repente. Las diferentes etapas que hamos citado más arriba deberán hacer ver gradualmente al legionario que de lo que se trata es de adaptarse y someterse a la actuación divina.

Tal visión de los objetos desde un plano superior se requiere para comprender la posición de la Madre de Dios en el plano del mundo, para entender cuánto sobresale Ella entre todas las demás criaturas, tanto por su forma de abrirse a Dios, como también de conducirse con relación al mundo. 

Dios actúa en María 

Hemos dicho que las declaraciones sobre el servicio en la Legión, que exigen unas disposiciones muy elevadas del legionario, tal vez no puedan ser comprendidas en un principio en su relación con la devoción a la Madre de Dios. Pero ahora nuestra atención se fija en María de tal manera, que no es posible reconocer las estrechas relaciones entre el servicio en la Legión y la imitación a María. Ahora se intenta mostrar al legionario cómo ve Dios a María y cómo Ella se conduce con respecto a Dios. Por tanto, después de haber tratado de contemplar la propia vida con los ojos de Dios, se observa ahora a María con idéntica mirada. En unas pocas frases, breves pero substanciosas, se nos muestran ahora las características de la Madre de Dios. Se enseñan las siguientes verdades: Desde toda la eternidad la imagen de María estaba presente en el espíritu de Dios junto a la del Redentor, de tal manera, que la situó en el centro de sus planes de gracia, al hacerla Madre de su Hijo y de todos los que están unidos a su Hijo. ¿Por qué obró así Dios? Obró así para gloria suya; porque sabía que de María recibiría una correspondencia a sus gracias mayor que la de todas las demás criaturas juntas, y porque con ello podía también multiplicar, de un modo no muy comprensible para nosotros, la gloria que de nosotros recibiría. No se explican aquí estas frases que sólo más tarde aparecerán en su verdadero significado. Pero queremos ya ahora hacer alguna indicación que facilite su comprensión. Al decir que Dios recibe de María una correspondencia mayor que la de todas las demás criaturas juntas, no significa ello sino que María es capaz de recibir más gracias y de un modo más perfecto que todas las demás criaturas, es decir sin poner, consciente o inconscientemente limitación alguna. Como la verdadera recepción de la Gracia significa recepción de vida divina, se da también con Ella un reflejo de la perfección divina, y por consiguiente una correspondencia. María ha recibido las gracias de una forma tan perfecta, que ha llegado a ser espejo inmaculado de la perfección divina, y que su grado de semejanza con Jesucristo sobrepasa cualquier otra posible semejanza con El. No parece inadecuado ofrecer un ejemplo, al menos. Puede decirse que la presentación de Jesús en el templo por María y su sacrificio en la Cruz refleja a 1a perfección el espíritu de sacrificio de Jesús. Tal como Jesús recibió todo del Padre y entregó todo al Padre, del mismo modo María nada se ha atribuido a sí misma de cuanto poseyó, sino sólo a Dios, ni quiso tampoco retener de ningún modo nada para sí, sino retornarlo todo a Dios. Esto que aquí decimos no supone ninguna digresión, sino que sirve para poner de relieve cuanto expresa el Manual acerca de que cualquier cosa que se de a María no le es escatimada a Dios, sino que por el contrario le alcanza en grado más perfecto, es decir, con más amor.

Esta perfecta correspondencia a las gracias manifiéstase, pues, en primer lugar en las íntimas relaciones con Dios y, precisamente, en el perfecto espíritu de sacrificio de María, pero también en laconducta con respecto al mundo.

Medianera de todas las gracias

Dios sitúa a María en el centro de sus planes de gracia, haciéndola Madre suya y Madre nuestra. Más esto indica que también por el modo de conducirse con respecto al mundo es María como un espejo de la perfección divina y se halla en una proximidad de Cristo inaccesible para ninguna otra criatura. Esta proximidad es manifiesta en que igualmente su voluntad salvífica es universal y en que Ella, subordinada naturalmente a Cristo, es Medianera de todas las gracias. Teniendo en cuenta que Dios la ha hecho instrumento de la Gracia y sometiéndonos por esta razón más aún al plan divino de salvación, alcanzaremos también más gracia y llegaremos antes a Dios.

Inmaculada 

Esta mediación universal de gracias es una consecuencia o un efecto de la Inmaculada Concepción; por ella está María en posición irreconciliable con el maligno enemigo y con todo lo que a Dios repugna. Pues bien, dicha enemistad, que lleva al aplastamiento de la cabeza del reptil, muéstrase en que el mal es vencido por el bien. La Legión nos hace ver, por tanto, a María como Inmaculada que, merced a la mediación de gracias, vence por doquier al mal y así mismo en nosotros. También en esto refleja a Dios que borra el mal mediante el bien, ya que, cuando el mal se multiplicó con exceso, dejó que la Gracia se desbordara.

Madre Nuestra

Cítase otro momento más que destaca la semejanza de María con Jesús. María no sólo transmite la Gracia, borrando así el mal, sino que es precisamente por esa razón nuestra Madre y está por tanto en una entrañable unión personal con nosotros. Esta maternidad está dada ya con su Fiat, pero adquiere tanto más valor cuanto nos transmite más gracias, pues tanto más íntima se torna la convivencia con María. Esto nos muestra también a María como el eco resonante de Dios, quien no sólo nos purifica al darnos la Gracia, sino que nos hace con ello hijos suyos, es decir, mantiene la más íntima relación personal con nosotros. 

El legionario debe ver en María a su Madre, en toda la extensión de la palabra, y sentirse en absoluto, respecto a Ella como hijo suyo. Ha de confiarse a su amparo y llegar a ser de esta forma fiel trasunto del Hermano mayor, Cristo. 

Dirijamos ahora una breve mirada a lo hasta ahora dicho y veremos a María servir a Dios de un modo ideal con espíritu de sacrificio; sabe Ella que todo lo recibe de El y a El retorna todo. Con respecto al mundo es, en unión con su Hijo, aquélla que, mediante todas las gracias, vence al mal y mantiene con nosotros relaciones cada vez más íntimas. 

Viendo así a María se comprende que quien quiera reproducir en sí mismo su imagen, ha de reconocer, agradecido, todo lo que ha recibido de Dios y debe aspirar a corresponder a este amor con su propio sacrificio. Con respecto al mundo, deberá conducirse como alguien que anhela amar desinteresadamente, que se da sin reservas, que quiere vencer el mal con el bien, ¡y todo esto mediante su esfuerzo de establecer con los hombres mismos un contacto amistoso! No retrocederá ante ninguna maldad, puesto que debe combatirla. Suspender la batalla o retirarse de ella, porque el caso es desesperado, no es luchar según el espíritu de María, que llegó a aplastar la cabeza de la serpiente sin retroceder ante ella. De la imagen mariana de la Legión, que no es otra que la de la tradición católica, podrá por tanto, deducirse inmediatamente, qué es lo substancial del servicio en la Legión. Porque la actividad legionaria depende de esta imagen de María y no es sino una reproducción de dicha imagen, siendo, pues, natural que resulte esencial para el legionario la honda comprensión de la grandeza, dignidad y belleza de María, mediante la oración y la contemplación. Igualmente se deriva de ahí el que la Legión se afane por llegar a un conocimiento perfecto de la Madre de Dios y por lograr la propagación de la devoción digna de Ella. Insiste el Manual en que uno de los deberes primordiales del legionario es que cada miembro se perfeccione en este aspecto mediante la contemplación y la acción. La devoción a la Madre de Dios es considerada como característica del alma de la Legión, como algo que obliga tanto como el trabajo activo y la reunión semanal. Sí, y hasta se asegura que ningún legionario puede, estar lo bastante hondamente penetrado del deber de ser devoto de María y de preocuparse de que otros lo sean.

Las palabras de que se sirve para expresarlo son de enorme gravedad, de tal gravedad, que acaso el principiante no sea aun capaz de apreciarla enteramente. Quizás crea éste que no hay que tomar al píe de la letra ni la amenaza que va unida al menosprecio de este compromiso ni la promesa hecha acerca de su fiel cumplimiento. 

En el capítulo citado se afirma que allá donde se falle respecto a este punto, se habrá lastimado una parte vital del edificio de la Legión, que en la misma medida en que en esto no se cumplan los debidos requisitos el sistema legionario caminará hacia la ruina; a duras penas logrará retener a sus miembros; dejará de ser hogar de santas virtudes y foco de heroicos afanes. Pero ateniéndose todos a este compromiso, se distinguirá la Legión por una maravillosa unidad, por la unidad del espíritu, del objetivo y de la acción. Tal unidad especial Dios la premiará con un poder irresistible. Si un solo miembro en particular, logra tanto merced a la devoción a la Madre de Dios, cuán favorecida no será una organización unida en la oración a María, que recibió todo de Dios, que participa de su espíritu y se adapta plenamente al plan divino de la distribución de las gracias. Una tal organización, ¿no iba a estar poseída de espíritu, no iban a darse en ella pruebas y milagros?Estas palabras están dichas con toda seriedad. Serán inteligibles si se trata de comprender la doctrina del Manual acerca de aquella realidad sobrenatural a que se refiere la mediación de María respecto a las gracias, tan pronto se reconozca que las relaciones que existen entre María y nosotros son de indecible intimidad. Este reconocimiento y la vida conforme a él son de capital importancia, tanto para el perfeccionamiento de la vida de cada cual, como también para la extensión del reino de Dios. No sería capaz la Legión de mostrar en toda su importancia la unión con María, si no contemplase las cosas "desde arriba", desde Dios. Pero por reconocer y representar a María como aquella que Dios situó en el centro de sus planes de gracia, puede también enseñar cómo el legionario que se liga a María, participa en la ejecución de los designios divinos y puede alcanzar la meta que Dios le ha asignado. Este punto lo esclarece el Manual en el siguiente capítulo dedicado a la devoción mariana.


EL SIGNIFICADO FUNDAMENTAL DE LA DEVOCIÓN MARIANA 

Un capítulo del Manual se titula: Los deberes del Legionario para con María...

Una vez más y en tono casi solemne se califica en este capítulo la devoción mariana como parte primordial del compromiso legionario, anterior a cualquier otro, y al mismo tiempo se acentúa que la aspiración del legionario tiende a llevar a María al mundo, por ser éste el medio infalible de conquistarlo para Cristo. Ahora bien, no podrá el legionario cumplir esta misión si no lleva en su corazón a María. Seríale entonces extraña la misión fundamental de la Legión, sería un soldado sin equipo de guerra, como un brazo paralizado, pegado al cuerpo, pero inútil. Alude esta expresión a que la devoción mariana del legionario ha de ser algo que imprima su sello característico en la vida total, y que incremente extraordinariamente la vitalidad sobrenatural. Según el concepto de la Legión, supone la devoción verdadera a la Madre de Dios una conducta tal que tiene como consecuencia una afluencia copiosísima de gracias, porque se ajusta a la doctrina de la mediación general de gracias. Lo que se atribuye a María con las palabras "Mediación de gracias" o con las de "Madre de la divina gracia" es una influencia tan absoluta de la vida del alma mediante María y una unión tan estrecha con Ella, que todo cuanto en este mundo conocemos acerca de uniones entre los hombres, incluso acerca de la más íntima de todas esas relaciones, como es la de la madre con el hijo que aún no ha nacido, queda infinitamente lejos de esta unión con María. Si por medio de una tierna devoción, nos abrimos, pues, a esta verdad, nos situamos, por decirlo así, en la corriente de la Gracia. Mediante imágenes expresivas procura el Manual sacar a la luz dicha verdad. Así como la sangre no afluye a las venas si hacia ellas no le impele el corazón, tampoco alcanzamos ninguna gracia si no nos es dispensada mediante María. Así como el ave no puede remontarse en las alturas sin ayuda del aire, tampoco podrá el hombre elevarse a Dios en la oración, ni realizar la obra de Dios sin auxilio de María. Con estas palabras se expresa, por tanto, la absoluta dependencia de María de toda la vida sobrenatural, una dependencia continua aunque nosotros no nos apercibamos de ella; con todo, el reconocimiento pleno de esta relación y el consiguiente tornarse y entregarse a María tendrá como consecuencia un infinito enriquecimiento de la vida; pues dicho reconocimiento significa un completo asentimiento a los designios divinos respecto a las gracias.

Este tornarse y entregarse tiene sus grados y se efectúa paso a paso. En un principio se realizará en actos aislados llevados acabo de tiempo en tiempo. Llega a ser luego una práctica constante y finalmente un estado, de modo que cabe decir que el alma "respira a María". Esto significa que la influencia ejercida por María tiende a que el alma quede tan penetrada por su imagen y sus ideas, que un pensar y actuar marianos terminen siendo algo así como su segunda naturaleza. De esta manera podrá el espíritu de María llegar a ser realmente el espíritu del legionario, cuyo servicio en la Legión vendrá a ser la actuación de María. Merced a dicha participación íntima del espíritu de María, que trae consigo la verdadera devoción mariana, consistente en la donación sin reservas, es como se alcanza la auténtica meta final, a saber, la transformación en Cristo. 
No se conforma, empero, el libro de la Legión con ésta exposición general, sino que marca una a una las transcendentes consecuencias que ha de tener para la vida total de los hombres semejante entrega a María, que sólo se ajusta a las circunstancias objetivas y da a María lo que le corresponde. 

Unión con la Inmaculada 

La entrega a María entraña una unión con la Inmaculada que rechaza y destruye rotundamente el mal. De ahí que el hombre debe disponerse a una nueva y universal posición de lucha contra el mal. Pónese en conocimiento del legionario en primer lugar que la unión con María sin lucha por la humildad, no es posible. No puede ser legítima la unión si no produce humildad. Se da tanto valor a esta unión auténtica con María en toda la vida legionaria, porque se juzga que la humildad es medio y condición previa de la actividad legionaria. Pues donde falta, es decir, allá donde el propio YO pugna por imponerse, no podrá ser obra de la Gracia la que se realice, que es precisamente de lo que aquí se trata. Se le dice al legionario que la humildad de María se muestra en que Ella tenía conciencia de haber hallado redención más que todos los demás seres humanos. Cada vislumbre de su santidad inimaginable se la debía a su Hijo. Sabía que había recibido más que todos los otros y que en consecuencia estaba más profundamente obligada a Dios que ninguna otra criatura. El legionario que se da a María debe aprender a atribuir a Dios todo lo que hay de bueno en él; debe saber que nada tiene por si mismo, y esta conciencia de la propia nulidad deberá exteriorizarse cada vez más en su predicación por misiones insignificantes, como también en su disposición a aceptar la afrenta y el menosprecio. 

Si el legionario carece de humildad, no supondrá ello tan sólo una deficiencia cualquiera, sino ineptitud para el servicio. La unión con María puede desarrollarse únicamente en el campo de la humildad. Debe el legionario tener conciencia de este hecho, pero, por otra arte debe igualmente saber que solo por medio de María con conquistará la humildad, aunque no, ciertamente, sin su propia colaboración. El primer paso decisivo de la cooperación consiste en volverse hacia María, porque con ello se desvía ya de sí mismo. Es éste un signo de buena voluntad. Este primer volverse hacia María Ella lo acepta, lo apoya; este paso será el que conduzca finalmente a la destrucción del propio YO. Cúmplese así la ley de la vida cristiana, Jn 12, 24. "El pie de la Virgen humilde aplasta la serpiente del Yo con sus múltiples cabezas", es decir, de la sobreestimación de sí mismo, de la presunción, de la autosuficiencia, de la ambición personal, etc. En un legionario olvidado de sí mismo nada obstaculizará La influencia de María. Ella desarrolla en él energías, capacidad de sacrificio, que rebasa lo puramente natural y hace de él un buen luchador de Cristo, apto para el arduo servicio que requiere su vocación.

Unión con la Madre de Dios y la Madre de nuestras almas

La verdadera devoción a María, que el legionario debe ambicionar con empeño, no sólo significa unión con la Inmaculada, sino también con la Madre de Dios y la Madre de nuestras almas, la Medianera de todas las gracias. La unión con Ella es una verdadera comunión, es una asociación con Ella y una participación en su misión. Es ésta una noción fundamental, de la que la Legión misma trata de vivir y que con particular tenacidad quiere inculcar a otros. Así como no ha de limitarse la imitación de Cristo al Cristo glorioso, así como no es posible recibir al Señor de la magnificencia sin acoger asimismo al Hombre de los dolores, de la misma manera que, si se limitase el consorcio con Cristo en la forma indicada, se correría el riesgo de no recibirle de ningún modo, análogamente es preciso acoger a María, si se la quiere acoger como Juan, sólo entera e indivisa. La devoción mariana debe estar atenta a cada faceta de su personalidad y de su misión y tratar de imitarla. ¡No debe ocuparse primordialmente de lo que no es esencial! Es bueno sin duda, contemplar a María como modelo, para imitar sus virtudes. Pero si quisiéramos limitarnos a esto, sería ésta una devoción incompleta que no apunta a lo esencial. No basta dirigirle abundantes plegarias, ni basta tampoco reconocer con alegría con qué profusión la enriquecen las Divinas personas, haciendo reflejar en Ella sus propias virtudes. Todas éstas son, ciertamente, pruebas de reverencia; deben serle tributadas, pero, con todo, no alcanzan a expresar la rica, la enorme abundancia de relaciones que María tiene con nosotros; pues todo ello no supone aún consorcio vital con María. Ahora bien, el legítimo y más hondo designio de su vida podrá cumplirse y manifestarse únicamente mediante el consorcio vital con Ella, ya que su vida entera y su único designio fue la maternidad; la maternidad respecto a Cristo en primer lugar y luego la maternidad respecto a todos los hombres. Fue exclusivamente creada para dicho fin. A partir del día dé la Anunciación no ha dejado de ser una Madre solícita. En principio se limitaban sus tareas domésticas a Nazaret, pero muy pronto la casita se convirtió en amplio mundo; y en este gran Nazaret nada ha sucedido sin Ella. Toda solicitud por el cuerpo místico de Cristo no es más que un complemento de su propia solicitud. El apóstol al que le fue encomendado el cuidado del cuerpo místico de Cristo, se acomoda ala actuación de María como Madre. En este sentido podría María decir: "Soy el apostolado", como antaño dijera: "Soy la Inmaculada Concepción". Expresado de otro modo: mediante la verdadera devoción reconocemos por la acción la posición de María en el plan del mundo y todas sus preeminencias. Ahora bien, Ella es esencialmente Madre de Dios y Madre nuestra. Sólo llegamos a reconocer verdaderamente este hecho mediante nuestro deseo de ser sus hilos, lo que significa, precisamente, consorcio vital con Ella. 

Intimidad del trato con María 

Este consorcio con María, que necesariamente ha de conducir al apostolado, es un consorcio auténtico y, por lo mismo, viviente, que debe renovarse e intensificarse continuamente. Sin embargo, tal grado de intimidad de dicha vida solidaria no depende sólo de María, sino asimismo del legionario. Éste, en la sobrenatural del apostolado, podrá esperar auxilio de lo Alto únicamente en la medida en que esté dispuesto a entrar en esta mancomunidad de vida, es decir, a aceptar auxilio. Ahora bien, la disposición para recibir gracias la mostrará en el deseo de ceder todas sus potencias a María, poniéndolas en acción. La seriedad con que se acometen los diferentes trabajos a intención de ofrendar todas estas fatigas a María, abren a un tiempo el alma del legionario a la afluencia de la Gracia y posibilitan a María el hacerle disfrutar de todo lo suyo. Expresado en otros términos, la obra del legionario asciende con ello a un plano superior, se transforma en la obra de la Esposa del Espíritu Santo. 

La donación absoluta deberá realizarse en diferentes ocasiones y mudar de aspecto de acuerdo con la situación en que el legionario se encuentre. Poco a poco los actos repetidos de esta donación irán convirtiéndose en un estado, en cierta conducta permanente que se manifestará en la entrega hecha a María de todo aquello de que se disponga. Es natural que no se trata aquí tan solo de un sentimiento interior ni del pronunciamiento de una fórmula, sino de un rendimiento que es necesario prestar hic et nunc y que se ejecutará mediante los más penosos esfuerzos y la inversión de todas las facultades del cuerpo y del alma, pues únicamente de esta forma el legionario ofrendará de verdad a María, y, mediante Ella a Dios, lo que está en su posesión. Es conveniente observar con esta ocasión que la causa por la cual hemos de poner en juego todas nuestras facultades no es la dificultad de la tarea a realizar, sino el amor a María. Por eso la donación mediante tal empleo de energía tendrá igualmente lugar allí donde la tarea podría despacharse aparentemente con un menor despliegue de fuerzas. 

Domina en la Legión, por tanto, la idea de que, cuanto María quiera otorgarnos, lo obtendremos en la medida en que hayamos vaciado nuestras propias manos mediante dicha generosidad y magnanimidad. 

La "verdadera devoción" de san Luis María de Montfort 

Se avisa al legionario, que tiene que dedicar todas sus fuerzas al servicio de María. Como medio de realizar más y más esta entrega, se le recomienda la "verdadera devoción" de san Luis de Montfort. Respecto a ésta damos a continuación más detalles. Se dice que consiste esencialmente en hacer un pacto con María por el que se hace entrega de todo aquello que se posea en bienes temporales, .naturales y sobrenaturales. Se acentúa la ejecución efectiva de la citada consagración, .de modo que finalmente reine María en la vida total del hombre. Sólo cuando esto suceda, es decir, cuando el hombre no se dé ya por satisfecho con un acto más o menos frecuentemente repetido, sino cuando viva en la continua conciencia de una dependencia de María, sólo entonces habrá echado raíces en el alma este "árbol de la verdadera devoción". 

Reflexionando sobre todas estas cosas se entiende por qué es tan necesaria al legionario la devoción mariana, puesto que sin ella es como un brazo paralizado. Esta auténtica devoción mariana no es sólo un acto cualquiera, una forma cualquiera de reconocer la grandeza de María, ni es únicamente una forma cualquiera de veneración, sino la entrega a Ella, resultante de su posición objetiva en el plan de redención, de la persona entera, mediante una unión tal, que le posibilita continuar por medio del legionario su obra de corredención. Y de eso se trata en la Legión. Por eso, en tanto puede únicamente acercarse el legionario a su ideal y prestar un trabajo típico de la Legión, en cuanto que, en virtud de su donación efectiva a María, la deja actuar a Ella. Pero si María actúa, ello se revelará tanto en la humillación voluntaria como en el apostolado audaz, que persigue al mal hasta su misma guarida, así como también en la entrega de la personalidad total y de sus facultades. El actuar de María se revelará especialmente en la forma mariana de realizar todo esto y de tratar al prójimo. 

Hemos penetrado ya casi hasta el punto cardinal de la piedad legionaria, desde donde podemos comprender qué se quería dar a entender, cuando al comienzo del Manual se decía que la vida legionaria entera no tiende sino a plasmar en sí la copia de María y también por qué medios es esto factible; no sólo tratando de imitar de cualquier manera sus virtudes, sino poniendo el propio Yo a disposición de María y manteniendo una verdadera e íntima familiaridad con Ella. 

El Manual presenta una profusión de enseñanzas teóricas y paso a paso adentra al legionario en el fondo de este mundo de ideas. Sin embargo, como ya se insinuó más arriba, las citadas enseñanzas teóricas están interrumpidas, intercalándose observaciones prácticas acerca de cómo debe desarrollarse la vida para hacer justicia a este reconocimiento y son más que proposiciones prácticas. El Manual es el libro de reglas y las reglas se le dan al legionario no sólo como consejos o mandamientos para su vida privada incontrolable, como, por ejemplo, el rezo diario de la Catena, sino que ellas determinan la vida de comunidad. Nadie puede ser legionario si no asiste a todas las organizaciones legionarias; y estas organizaciones son de tal índole, que en ellas cada legionario se ve impulsado a una determinada vida de virtud. No sólo por unir sus plegarias, en las que se exterioriza este espíritu de la Legión, a las de los otros legionarios, por renovar una vez al año, en la Acies, su entrega a la Madre de Dios, y por declarar suya, en el día de la Promesa legionaria, la honda postura de la fe de la Legión; no sólo por estos motivos, pues, penetra cada vez más dentro del mundo espiritual de la Legión, sino igualmente por todos aquellos actos de dentro y fuera de la reunión del Praesidium, mediante los cuales se le incita siempre a actos de humildad, de valentía y de vencimiento de diversas formas de debilidades humanas. Los capítulos que tratan del orden de las juntas del Praesidium, de lo fundamental de trabajo legionario, de las relaciones de los legionarios entre sí, de las propuestas de trabajo, lo atestiguan. Todo lo que aquí se enseña respecto a la buena conducta del legionario, todos los diferentes modos de lograr la intimidad con María, ha de serle hondamente inculcados al legionario mediante el estudio intensivo del Manual. Además todo ello da al Director Espiritual la posibilidad de medir los actos prácticos del legionario y de ayudar a sus dirigidos a que aprendan a vivir del espíritu justo. Así es, pues, considerada la vida legionaria en conjunto, como una escuela de la vida a través de la cual el legionario va adquiriendo más y más unión con María en el orar, pensar, hablar y obrar, y se acomoda de tal forma a su espíritu, que Ella imprime a la vida su carácter.


EL PUNTO CARDINAL DE LA DEVOCIÓN LEGIONARIA 

La persecución de la verdadera meta de la Legión, la unificación con Jesucristo, la transformación en El, mediante la íntima unión con María, es lo que imprime en el esfuerzo sistemático, teórico y práctico de los legionarios su característica especial. Es por decirlo así el sello de la legitimidad de este anhelo que encamina la vida entera hacia una profunda sencillez que nada conoce ya, nada ambiciona ni busca, sino a Jesús; Jesús en el asistido, Jesús en la cruz cotidiana, Jesús en la Legión. 

El amor a Jesús en el asistido 

En la primera junta celebrada por la Legión el 7 de septiembre de 1921, se acentuó el carácter sobrenatural del servicio al que se ha resuelto el legionario. Se quería que todos fueran bondadosos con los hombres. Los motivos ara ello no debían ser, desde luego, puramente naturales. Debían ver a Jesucristo en todos aquellos que asistían, (eran éstos los incurables del Hospital de la Unión, Dublín). El espíritu que reinó en aquella sesión, se ha conservado siempre. No se han gateado esfuerzos para hacer ver al legionario que este concepto es el fundamento de su servicio y que también la disciplina y la armonía en la Legión estriban ante todo en este principio. El Manual considera esta verdad de Cuerpo Místico de Cristo como transformadora. Para que no se borre de la memoria ni del corazón de los legionarios, se la introduce en la ordenanza repetida mensualmente. Se enseña en ella que el legionario debe ejecutar su trabajo con tal espíritu de fe y tan unido a María, que en los asistidos y en los legionarios pueda María ver y servir de nuevo a Cristo. Como se ve, la intención de amar a Cristo en sus miembros se enriquecerá notablemente si fijamos nuestra mirada en María. En efecto, María es la Madre de Cristo por entero. La única razón de su existencia es la concepción y el nacimiento de Cristo por entero. ¡Con qué intimidad y ternura no amará, pues, a Cristo en sus miembros! Es tan sólo Ella quien sabe asistir y amar de forma perfecta a Cristo por entero, Ella tan sólo sabe cómo hacerlo. Por eso, ni cabe siquiera asistir a los miembros de Cristo independientemente de María, sino sólo con Ella. Y los legionarios han de tener en cuenta que es preciso adaptarse a las intenciones y deseos de María, que los llama a participar de su obra, y que se trata menos de realizar sus propias intenciones, por buenas que sean, que las de la Madre de Dios. 

Sin María nadie puede intentar si quiera realizar esta obra esencial, y nadie la cumplirá debidamente sin Ella. Tienen los legionarios esta elevada misión de apoyar en su obra a María, corazón del Cuerpo Místico. Podrán llevarla acabo en la medida y modo en que estén unidos a María. El llamamiento a los legionarios de lanzarse al trabajo, nunca significará, por ende, un fiero activismo, sino que será la invitación a cobijarse en María. Es ésta una palabra que ilumina de forma espacialísima toda la profundidad del concepto legionario del apostolado. 

Se ha aludido ya repetidamente, como es natural, a este concepto del servicio legionario. Pero es sólo ahora, después de haber explicado la naturaleza de la entrega total, cuando se hace comprensible el principio fundamental del sistema legionario y cuando halla, por tanto, su explicación exacta. El Manual no se contenta con hablar sólo una vez de este ideal, ni se conforma tampoco la Legión con volver la vista a él una y otra vez; ella quiere que se intente vivir de esta verdad sobrenatural, de la que dice con razón que es trasformadora. En efecto, allí donde se obra conforme a ella, se ha conseguido altamente el modo de pensar sobrenatural. 

El amor a la Cruz 

La doctrina vivida del Cuerpo Místico de Cristo, según enseña el Manual, debe originar también una mudanza en la postura frente a la Cruz. Comúnmente nos sublevamos contra el sufrimiento, a lo sumo lo soportamos con resignación. El camino de la vida parece en efecto, estar surcado por él. Pero en realidad le da a la vida su plenitud, porque sólo el dolor trae consigo la unión absoluta con Cristo. María es la que participó plenamente de la vida de Jesús y por tanto también de la Cruz de Cristo. Pues es aquélla que no impuso limitación alguna a las mediaciones de gracias de Dios. Aceptó a Cristo íntegro. Por tanto participó también abundantemente de su pasión. Su corazón se fundió con el de Cristo en uno solo. Ambos corazones unidos iban a latir en adelante al unísono en y para el Cuerpo Místico. De este modo es María Medianera de todas las gracias, recipiente que recoge y administra la Sangre Preciosa.

La alianza con María significa tanto como estar dispuesto con Ella a acoger a Cristo integro en la medida en Dios se lo ha asignado a cada uno. Si existe dicha disposición, el dolor deberá considerarse siempre como una gracia, como la participación en el envío de Cristo a las almas y como signo de participación en la gloria. Hará llegado a ser entonces fuente de energías. Mas también allí donde reina la fragilidad o la indiferencia y la mezquindad, el dolor es una gracia, en cuanto que sirve para inyectar a presión, por decirlo así, la Sangre de Cristo en las venas contraídas del miembro enfermo que se halla en peligro de morir. 
A este punto de vista llegará el legionario únicamente en la medida en que estreche su unión con María. En idéntica medida podrá también ayudar a otros a llevar a cabo un apostolado del dolor, es decir, a hacer fecundo su dolor para el reinado de Cristo. 

El amor a la Legión en el hogar místico de Nazaret 

El amor a las personas a quienes se ha de asistir y la postura frente a la Cruz no deben ser ellos solos la señal de una unión entrañable con María. Ni siquiera la primera señal. La alianza con María tendrá más bien como efecto la contemplación de la Legión en conjunto y de cada Praesidium con los ojos de María, y el que comprendamos llenos de fe, que aquí es donde primeramente podemos ayudar a María a asistir a su Hijo. El espíritu de Nazaret no se ha extinguido. Con este mismo espíritu con que María estuvo al cuidado de la Sagrada Familia de Nazaret, sigue actuando aún hoy. Y si el legionario quiere hacer suyo el espíritu de María y si quiere vivir una vida con Ella, tendrá que manifestar esto en su conducta en las diferentes juntas de Legión, en el Praesidium, en las reuniones de la Curia y en sus relaciones con los legionarios y con cuantos ostenten cargos. Aquí también se sentirá más y más auxiliar de María y sabrá comportarse como Ella. 
Por esta razón, será en todo muy exacto y examinará su conducta total, que sólo será "legionaria" si es conforme a la Madre de Dios. Esto sólo tendrá lugar, siempre que todo se lo ceda a María. 

Este punto de vista según el cual Legión debe mirarse con los ojos de María y, por tanto todo lo que en ella se disponga y ordene hay que hacerlo como auxiliar suyo, se ha impuesto en la medida en que los más diversos sucesos y toda su evolución ponen de manifiesto que la Legión debe considerarse efectivamente como obra de María, que los legionarios son únicamente sus siervos, de quienes Ella se vale para erigir su obra, y que no se contenta con dar vida a una empresa semejante, sino que Ella misma trabaja en ésta sin tregua para seguir perfeccionándola. Esto explica el que, según opina la Legión, en tanto es uno legionario, en cuanto que se somete al régimen de la Legión pues en esa misma medida se somete al gobierno de la Madre de Dios, que es de los que se trata en la Legión. Este concepto según e cual la Legión actúa y lleva a cabo su tarea bajo la dirección de María, no es sólo una "piadosa" consideración y no debe su origen a una fantasía un tanto desbocada, sino que se apoya en sólidos fundamentos y es la más íntima convicción de aquéllos que han colaborado en la institución de la Legión, y que, humanamente hablando, son sus soportes. Tal opinión, ligada entrañablemente a la contemplación del hombre como miembro del Cuerpo Místico de Cristo, se expresa quizás del modo más llano pero también más impresionante en el capítulo titulado: "En son de grandes conquistas por Dios'". En él se dice que el nacimiento de la Legión no acaeció en oposición consciente alas potencias antidivinas de este mundo. Su origen fue muy diferente. Un pequeño grupo se reunió en torno ala Madre de Dios y le rogó: "Condúcenos Tú". María los llevó aun gigantesco hospital de una gran ciudad, lleno de enfermos, de seres abrumados y quebrantados por el dolor, y dijo: "Ved en cada uno de éstos a mi amado Hijo: así vive también en cada miembro de la humanidad, ayudad me en mi labor de Madre, para que en cada uno de ellos obre para El". Así es como salen, cogidos de la mano de María y cumplen su sencillo servicio. Y ved, hoy son una legión. 


EL MÁS HONDO MISTERIO DE LA VIDA LEGIONARIA 

El último y más profundo misterio de la vida legionaria, la fórmula más sencilla del afán de la Legión se encuentra en las últimas páginas del Manual. En el capítulo final sobre la devoción mariana, se confirma primeramente todo lo que antes se dijo y se especifica la misión que le corresponde a la Legión. Con mayor insistencia que nunca se destaca al principio la idea divina de María. Ya en los primeros capítulos se mencionó que María no sólo fue extraordinariamente agraciada, sino que llegó a ser elemento de la transmisión de gracias. ¡Han sido enumerados ya sus méritos! Pero ahora se explica más detalladamente mediante la alusión a la historia de la revelación del Antiguo y Nuevo Testamento. 

Se señala la idea divina de María como la expresa el Protoevangelio y conforme la va desvelando el cumplimiento de las profecías que aluden a "la Virgen y el Niño", "la Mujer y el Niño", "la Reina a la diestra del Rey".

La profecía puede ser tan sólo una sombra de lo por venir. Puede trazar únicamente los vagos contornos de un rostro lejano. Necesariamente tiene que ser menos viva, menos precisa, menos tangible que la realidad a que se refiere, pero tiene también que Conservar necesariamente la relación armónica de esta realidad. Una profecía que describe la Redención como la obra común de la Mujer y el Niño estaría en radical contradicción con una redención que deja relegada a esta Mujer en la oscuridad. Por tanto hay que asignar a María en la Redención un lugar inseparable de Cristo. 

Lo mismo que las profecías, también la escena de la Anunciación revela la posición clave de María. Dios aguarda su consentimiento para la Encarnación, ese consentimiento que dará en nombre de todo el género humano. En este instante Dios la ve como representante de todos los hombres, cuya salvación depende de sus palabras. Después de su SI se realiza el mayor acontecimiento de todos loS tiempos. Su consentimiento fue especial. Fue la acción más libre que jamás se realizó, el acto más meritorio que ejecutó jamás una simple criatura. Ya a priori es esto evidente. Pues la naturaleza de Dios exige que aquello que nos pide esté en justa relación con lo que nos ha dado. De ahí que el cúmulo de gracias, casi ilimitado que otorgó a María, tuviese por parte de Ella una correspondencia adecuada esto es, continua, a lo largo de toda su vida. Esto se refiere particularmente a su Fiat respecto ala Encarnación, sostén de todos sus actos, por el que recibió al Señor. Por Ella vino el Redentor también a los hombres, en nombre de los cuales Ella había hablado. Mediante Ella todos pueden considerarlo de su propiedad a causa de la fe por la que se le posee y que es, por ende, lo único importante de este mundo: Por eso está claro que la fe de todos los hombres dependía de las palabras de María. De ahí que nuestra acción de gracias al Padre Celestial deba ir acompañada de la acción de gracias a María. 

Lo mismo que la escena de la Anunciación revela también su importancia el proceso de la obra de la Redención hasta su consumación en la Cruz, a cuyo pie está María. Por su acción merece ser llamada Reparadora de todo el linaje humano y Dispensadora de todas las gracias. El precio de rescate está conquistado y depositado, por decirlo así, en la tesorería de Dios. El caudal de las gracias tiene que ser administrado. Debe ser comunicado individualmente, a cada uno de forma diferente. ¿Puede María desaparecer sin más al hacerse efectivas estas gracias? y en caso negativo, ¿cuál será su función? Consecuentemente, hay que admitir que Ella, que tuvo parte en el mérito, la tenga asimismo en la distribución. 

Así como la flor tiene su origen en la raíz y forma con ella una unidad, así también constituye una unidad la conquista del precio del rescate y su distribución. La conquista del precio de rescate es la raíz, su abjudicación la flor. Esto se evidencia a través del acontecimiento de Pentecostés, ya que la Iglesia fue fundada por la acción del Espíritu Santo en unión con María.

Puesto que Dios asignó a María esta posición en el plan de redención, nosotros debemos mantener una actitud adecuada, es decir, tenemos que reconocer que todo se lo debemos a María y este reconocimiento no debe manifestarse en un acto único. Antes bien, como cada acto de nuestra vida ha llegado a ser cristiano únicamente por María, cada acto tiene que ser también en algún modo expresión del reconocimiento y de la gratitud hacia Ella. 

Ahora bien, ¿de qué naturaleza debe ser este adecuado reconocimiento? Debe consistir en entregárselo literalmente todo a María y en considerarla a Ella, y no a sí mismo, dueña absoluta. Nada se le sustrae con ello a Dios. En realidad esta actitud con respecto a María significa que damos todo a Dios del mejor modo posible porque lo damos por mediación de María. Pero sólo allí se daverdaderamente todo a Dios por medio de María (también podríamos decir que sólo allí se da verdaderamente todo a María) donde el hombre renuncia a sí mismo, para vivir no su propia vida, sino la vida de María y se entrega totalmente a la unión sobrenatural con María. Esto es lo que se persigue. María, como se recomienda, debe estar siempre presente de alguna manera ante el alma del legionario. La voluntad y las intenciones del legionario tienen que estar siempre tan unidas a las suyas, que todo lo que haga, sea hecho con Ella: "Ya reces al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo o a cualquier otro Santo, debe ser siempre una oración en unión con María. Ella repite las palabras contigo. Sus labios y los tuyos pronuncian juntos las palabras. Ella toma parte en todo. No sólo se halla a tu lado. Está, por decirlo así, dentro de ti. Vives de tal manera, que juntos dais a Dios todo lo que juntos poseéis". 

El mundo espiritual de María debe llegar a ser, pues, el mundo del legionario. Claro está que tal transformación del espíritu que ello entraña, sólo podrá realizarse progresivamente. Con todo, se realizará, si el legionario es fiel a su vocación y si se atiene a las indicaciones que recibe. Si trata así de vivir más y más la vida de María, espontáneamente el servicio a María cobrará un gran significado. No tendrá lugar sólo en algunos momentos o en casos aislados del día; no se honrará a María mediante la acción únicamente a determinadas horas. Dicho servicio consistirá más en una postura espiritual que en determinados actos, por importantes que sean; esa postura espiritual implica la vida entera, y no sólo ciertos hechos aislados, por numerosos que éstos sean. Son sumamente importantes las prácticas especiales de oración; se las compara con el esqueleto, porque confieren a los actos diarios de piedad orden, determinación y firmeza, pero no lo son todo por sí mismas, no constituyen la vida total. La vida entera no debe ser más que un himno de confianza a María, de la que depende la vida por completo. Debe considerarse esta actitud del espíritu como consecuencia necesaria del momento de la Anunciación, en el que se nos señaló a María, y en el que Dios entró en tratos con nosotros con la condición de que deberíamos estar unidos a María. En aquel instante no teníamos, por decirlo así, otro ser que el de ser un día sus hijos. Y ya que le pertenecemos realmente como hijos, hemos de reconocer, pues, esta pertenencia. Nuestra vida diaria-nuestra vida en su totalidad no es, o no debe ser, sino la incesante Encarnación de Dios, un tomar forma de nuestro Señor en nosotros y del mismo modo que antaño en Nazaret, así también espera Dios ahora el "Fiat" de María y nos, pide que nos unamos a este acto de Ella y con ello que colaboremos a la misión propia de Ella. 

Mediante esta actitud espiritual cree la Legión poder cumplir su misión de "ser espejo de María". Si es fiel a este ideal, compartirá el más hermoso don de María de: llevar la luz al corazón de aquéllos que viven en las tinieblas de la incredulidad. Estas palabras revelan claramente cómo ha de interpretarse el noble afán de la Legión, su vida de virtud, el esfuerzo por ver a Cristo en el prójimo, por abrazar la cruz, el amor a la Legión como al hogar místico de Nazaret: Todo esto no es, al fin, sino la recepción de la palabra eterna de su acción universal, santificadora y unificadora con Dios, mediante el "Ecce ancilla" de María, pronunciado sencillamente con todas las fuerzas del alma y del cuerpo. En esto radica el auténtico misterio de la vida legionaria. Que ello es así, se manifiesta inequívocamente a través de la Promesa legionaria. 

La Promesa legionaria es la expresión concisa de la espiritualidad legionaria. Destaca dicha Promesa que es la meta de la acción del Espíritu Santo restaurar el mundo de Jesucristo y que por decreto divino esta eficacia debe producirse únicamente a través de María. En un lenguaje maravilloso, preciso y sencillo se expresa la universal actuación de María en la administración de la gracia de una forma tal, que deja conocer que no se olvidó su subordinación a la causa primaria. Confiesa el legionario que el misterio del servicio legionario perfecto consiste en la plena unión con María, a quien sabe enteramente unida al Espíritu Santo. Se reconoce ante el Espíritu Santo como soldado e Hijo de María y reconoce con ello su dependencia respecto a Ella. Es, no obstante, una dependencia de índole particular, una dependencia semejante a la del niño no nacido aún con relación a su madre. "Es la Madre de mi alma", de modo que de ahí se deriva, que el corazón de María, y el del legionario son una misma cosa. Tal unidad de corazones implica, asimismo, unida de vidas. Desde este corazón único vuelve a exclamarse como antaño: Ecce anci1la, y el legionario está persuadido de obtener honda participación en la vida de María. Cree en el envío del Espíritu Santo y ora por su llegada, a fin de purificarse en María, de que Cristo crezca en él, ya fin de llevar a Cristo a los hombres que lo necesitan; por último, para poder ayudar a los hombres a ganar la lucha. Puesta su confianza en Dios, que transforma en vigor su flaqueza, ocupa su puesto en las filas de la Legión y atrévese a prometer un fiel servicio al Señor; sométese a la disciplina que lo liga a los demás legionarios, y forma de todos ellos un ejército cuya línea permanezca intacta si se persevera en el ideal, es decir, si con María se afana por cumplir la voluntad de Dios, por obrar sus prodigios de gracia que renovarán la faz de la tierra y erigirán por doquier el imperio del Espíritu Santo. 

Con esto hemos tratado de exponer la base de la orientación religiosa propia de la Legión. La convicción de esta unión del cristiano con la Cabeza del Cuerpo Místico, con Cristo, mediante María, es lo que torna comprensibles las diferentes reglas, costumbres y manifestaciones vitales de la Legión; sólo desde este punto de vista puede ser entendida la Legión. 

 

 

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