Persevera en la oración unánimemente con MARIA
Por FRANK DUFF
De aquellas personas que abandonan la Iglesia, había dicho el Cardenal Heenan, que lo han hecho por haber previamente perdido contacto con Dios por algún tiempo. Con esto significaba Su Eminencia que han dejado la oración. Naturalmente tenemos que transportar esta idea un poco más ampliamente y razonar que muchos de los que se encuentran débiles en la fe aunque sin dejar la iglesia, están sufriendo de la misma enfermedad en grado menor; puede ser que oren pero lo hacen en forma insuficiente.
¿Puede darse mayor tragedia que la de las personas que andan deliberadamente fuera del Arca de la Salvación o que, permaneciendo en ella, sacan poco provecho de ella? Esto nos muestra la absoluta necesidad de dar una razonable cantidad de oración a nuestras vidas, lo que no es fácil en el caso de personas muy ocupadas. La respuesta a este pretexto de estar demasiado ocupado es que para comer se tiene tiempo sin ninguna dificultad. Pero precisamente la oración está en la misma categoría de los alimentos. Es tan necesaria al alma como la comida al cuerpo. Y por lo mismo debe hallar su puesto. Esta es la verdadera posición.
Nuestro inmediato problema es: ¿Cuánta oración y de qué clase?
La respuesta es muy difícil, pues depende de lo ocupada que esté la persona. Unas personas no pueden darse a la oración el mismo tiempo que otras. Más aún, hay que tener en cuenta que también el apostolado debe hallar su tiempo y su puesto. Dejando a un lado el apostolado, su tiempo puede emplearse para la oración. Pero esto sería una falta de equilibrio. Deben darse las dos cosas el apostolado y la oración. ¿Cuánta oración? Todo el mundo sabe cómo ha abordado la Legión esta cuestión. Ella pide un apostolado que se tome por lo menos dos horas a la semana, y una asistencia a una reunión que se lleve una hora y media. Parte de esta reunión es oración y el resto puede mirarse como continuación y parte de la tarea. Además la Legión pide el rezo diario de la Catena. Nadie va a decir que ya esto es bastante oración para una semana, pero la Legión presupone aquí que sus miembros rezan oraciones de propia cuenta. La Legión no se atreve a ordenar qué oraciones deben ser aquellas. En primer lugar, urge vigorosamente el rezo diario de todas las oraciones legionarias sin dejar el Rosario. Sin duda alguna, como lo anota el Manual, el legionario activo debería rezar la misma cantidad de oraciones que el auxiliar.
Pero esto no satisface del todo a la Legión ni en el caso del miembro activo ni en el del auxiliar. Va hasta recomendar los grados de Pretoriano y Adjutor. Estos comprenden la Misa y la Santa Comunión de cada día, más las oraciones de la Legión y el rezo de un Oficio. Aún más, la Legión va hasta recomendar el pequeño Breviario como el Oficio a emplearse. Todo esto llevaría una hora o más por día. Reconocidamente esta es una buena cantidad. Podría declararse que una cantidad semejante es necesaria para preservar la fe y la vida espiritual de una persona, sobre todo si le acompaña un apostolado.
Me atrevería a decir algo sobre la naturaleza de la oración y la clase de oración que posiblemente Dios desea de nosotros. Este es un proyecto temerario porque los pareceres de sólo dos personas no coincidirían. Como dice la frase: tantas opiniones cuantas las cabezas.
Primeramente, la oración se define como la elevación de la mente a Dios. Todo cuanto nos pone en contacto con Dios es en cierto sentido oración, pero no todas las cosas crean ese contacto en grado igual. Una oración sube de calidad en la medida del contenido de fe y de la cantidad de corazón que en ella ponemos.
En segundo lugar, la oración debe ser ortodoxa, esto es debe reflejar la doctrina de la Iglesia. Debe proceder de un alma creyente; la oración de un semicreyente no sería tal y bajaría tristemente de valor. Asimismo, la oración de un progresista que minimizara a la Santísima Virgen, a los Santos y a los Ángeles -y otros principios religiosos- sería manca y sólo tendría el valor de un artículo averiado. Repito que el verdadero corazón de la oración es la fe que hay en ella. Una oración llena de fe heroica es una oración omnipotente.
¿Es oración el apostolado? En sentido lato lo es, pues cumple con una obligación cristiana. Es un servicio vital de Dios; la vida sin él sería incompleta. Sería equivocado reemplazarlo por una oración final. Pero al mismo tiempo no es estrictamente oración, que es un dirigirse directo a Dios, es una entrevista y un diálogo con El. Y oración es solamente en el sentido estricto y formal.
¿Es oración la lectura espiritual? Podría aplicarse la misma respuesta: no es estrictamente oración. Su valor le viene de otro aspecto. Es buena, es necesaria hasta puede convertirse en oración formal. Por ejemplo si -especialmente delante del Santísimo Sacramento- nos ponemos a leer un poco para luego volvemos directamente al Señor y hablar de ello con El; y otra vez volver a la lectura regular seguida de un corto hablar con Él. Una cosa así sería ciertamente oración formal, como tal que la nota dominante fuera el "hablar" y no la lectura espiritual.
¿Es oración la Lectura de las Escrituras? Pienso que podría responderse con el mismo argumento. Habría tanta oración cuanto el recurrir a Dios y conversar con Él. Si no es más que una lectura espiritual, no le veo que tenga la intimidad y el ir directo a Dios que son las características de la oración.
Por ejemplo, lo siguiente nos viene justo para prueba. Un sacerdote pregunta si un Pretoriano y un Adjutor satisfacen con la lectura de la Biblia a su obligación de recitar el Oficio. Como apoyo de su pregunta refiere que sus Autoridades han concedido a los sacerdotes la dispensa del Oficio divino en caso de que se hayan dedicado a leer una parte de la Biblia por treinta minutos al día. Esto parece extraordinario. Pero en todo caso no es un oficio, y tal es nuestro criterio. La Biblia no satisfaría las obligaciones, entre ellas el Oficio, que tiene un Pretoriano y un Adjutor.
Vuelvo al caso vital de fe en nuestra vida y en cada parte de ella, especialmente en nuestra oración. Imaginémonos que hacemos oración en una ocupación emocionante y halagadora, sea valiéndose de fotografías o de frases divertidas de los libros que usamos, o por otro medio que aleje el cansancio: ¿no hemos quitado también algo de fe en ello?
No obstante, ¿qué es lo que les ha hecho creer a esas personas que la oración es una recreación y que debe ser eliminado todo lo que es difícil? Se ve que no han leído nunca la vida de los Santos. Es verdad que la oración tiene sus cimas de grande gozo, pero normalmente vive en los valles. En gran parte es un trabajo del que sacamos grados de satisfacción que varían como el tiempo. Estando basada en la fe que no proporciona luz completa, la oración será a menudo intensamente laboriosa, si bien es un trabajo de amor. Le es propia la lucha y la dureza. Sería destructor para la vida perder de vista este principio y tratar de evitar toda laboriosidad.
La fe pasa por una prueba que es su verdadera piedra de toque: ver que nada sale de ella. Si algo aconteciera al fin de cada oración, la gente se pasaría solo orando. Lo que vengo llamando fe pura es independiente de resultados visibles o sentimientos agradables u otra cosa cualquiera.
Me serviré aquí de ejemplos para probar esta doctrina.
Los Cartujos gastan once horas al día en oración formal. Tiene además lo que ellos llaman un período recreacional en sus propias pequeñas cosas. Ellos pueden emplearlo en lo que quieran, o sea en prolongar la oración, en lectura y meditación, o en algún ejercicio, como trabajar en madera, pintar, etc. O pueden escribir. Naturalmente no se les ve que saquen ganancia de su meditación y lectura. No se sabe lo que hacen de su trabajo en madera o de sus pinturas. Pero lo que si he averiguado es lo que hacen con sus escritos. Los echan al fuego cuando los terminan.
¡Qué cosa! ¡Con que ellos derrochan así su tiempo quemando lo que les ha costado tanta fatiga! Así es. Y su respuesta es que ellos hacían ese escrito en el preciso momento en que hacían su oración en el Señor. El mérito de ello está en Él. Él lo puede emplear según su beneplácito. Por aquí se ve lo que es la fe pura. Si ellos vieran sus escritos publicados, y si escribieran con tal fin, ese elemento de fe pura se disminuiría.
Lo que sigue es un ejemplo duro de lo que es un ejercicio de fe pura. Las personas de grandes luces van a quedar aterradas, y a llamar a una actitud semejante pérdida de tiempo y faena sin sentido. Pero es precisamente esto lo que la mente mundana piensa de la fe. La fe es una especie de trabajo penoso. Nos dirigimos a un Ser invisible y Él no da señales de oírnos o respondernos. Aquí entra la fe. Tratamos con el Invisible y contamos con ser respondidos. No vemos que saquemos nada de nuestra oración, pero creemos firmemente que nuestra oración es oída y que algún día recibiremos la respuesta, de alguna manera.
Ahora vengo al Rosario. Para la mente moderna el Rosario es anatema, pues todo en él es equivocado. Está hecho de repeticiones como si la idea al acercarnos a Dios fuera recrearle según líneas de esparcimiento humano. Como si debiéramos ser originales en todo tiempo. Como si debiéramos pasarnos confeccionando pensamientos célebres con los propios recursos. Como si no debiéramos repetirnos a nosotros mismos.
En esta forma lo que hacemos es introducir elementos que aún siendo piadosísimos no son estrictamente oración, sino una cualquiera lectura espiritual. Parece que lo que se pretende con ello es dar variedad a nuestra entrevista con Dios. Así Él se distrae y nosotros también. La oración debe ser hecha de variedad. Y todo se pone sobre una base humana como si Dios sintiera sólo lo que nosotros sentimos y como si sus medidas fueran precisamente las nuestras humanas.
Pero Dios no tiene necesidad de nuestra elocuencia o ingenuidad o entretenimiento. Un tipo semejante de razonamiento puede dejar totalmente a un lado ciertos elementos de mayor valor, como es el de la fe pura, y también lo que podría llamar una presentación doctrinal, o sea el conocimiento de los principios católicos que podrían llamarse el "detalle" de la fe. Por ejemplo, si en una forma concreta no le hacemos sitio a María en nuestra oración, nos hemos privado de un ingrediente vital. El Concilio Vaticano II le ha declarado Madre de las almas. La ha descrito como Medianera, lo que quiere decir que Ella desempeña una especie de papel vital de mediación en todas nuestras relaciones con Dios. Un reconocimiento de esta realidad debe hallar lugar en nuestra oración. La oración de una persona que repudia formalmente este lugar de María apenas si puede llamarse una oración católica completa, y ha de dudarse de su eficacia.
Dichas estas cosas, debo volver al Rosario. Esta devoción contiene ciertamente este reconocimiento de María, porque en su mayor parte se dirige a Ella. Por otra parte, contiene aquella presentación doctrinal a la que me he referido indicándola como necesaria. Su idea especial es la consideración de los Misterios Cristianos de la Redención de principio a fin. En otro artículo seguiré la ampliación de este aspecto. Mostrando cómo hay algunos otros Misterios de la Redención dignos de ser incluidos en las decenas del Rosario. Propuse: la Inmaculada Concepción, la natividad de María, las Bodas de Cana, la Institución de la Eucaristía, con el cuidado de insertarlos en su propio puesto.
El Rosario no es un mero esfuerzo de entretenerle a Dios con nuestros pensamientos. Es pura oración y petición con algo de meditación. De un modo o de otro el efecto del Rosario es permitirnos descansar en Dios. Decimos nuestras palabras y nos percatamos que Él nos está oyendo y obrando en nosotros.
Si tratamos de ahondar en la esencia de las cosas, me parece que el Rosario tanto como cualquiera otra oración y posiblemente más que otras realiza el verdadero núcleo de la oración. Somos informales con Dios. Nos volvernos de Él a María y hablamos libremente con Él y Ella. No nos estamos distrayendo tratando de pensar brillantes cosas. Estamos justamente orando. Creo que todos estos expedientes de última hora con respecto a la oración son un apartamiento de aquellas ideas sencillas y un desvío a algo que es totalmente diferente de la oración.
No estoy negando que esas sustituciones sean buenas, sino preguntando si logran ser oraciones. Escribiendo al respecto sobre la importancia del Rosario, no he dudado describirlo como irremplazable, y esto desde todo punto de vista. Y por lo tanto los legionarios pónganse más que sospechosos frente a ciertas proposiciones de aggiornamento. Casi invariablemente estas contiene la sugestión de que el Rosario o debe abolirse o reducirse a una simple decena. En otras palabras, la oración del Praesidium debe reducirse a una mínima dimensión. Naturalmente esta sugestión estará cubierta con azúcar; se propondrá que cuando se acabe de decir la decena, se seguirá con una charla del Director Espiritual sobre algún aspecto del Misterio en referencia o sobre alguna porción de la Doctrina cristiana. Pero aquella charla valiosa en sí misma no es en fin de cuentas oración. Aún más una charla semejante haría desesperadamente pesada la reunión. En la reunión ya se señala una lectura espiritual y la allocutio. Añadir una tercera charla sería desequilibrar la reunión. Algunas personas parecen imaginar que la formación de la gente no es sino asunto de estarle hablando y hablando.
Finalmente vengo a la cuestión del Oficio. Tenemos el pequeño Breviario de la Legión. Entonces, tenemos que lanzamos ardientemente a una campaña de persuasión para que no solamente los legionarios sino todo católico rece este Oficio. Su duración llevará unos treinta minutos. Puede rezarse por partes, si se quiere. Sigue el mismo calendario de la Iglesia y es el mismo Breviario de los sacerdotes, pero compendiado. Se ha puesto toda la diligencia posible en la traducción de los Salmos, de los Himnos y de las oraciones y ha resultado una obra de belleza.
¿Por qué el Oficio también para los fieles? El argumento del Manual es conocido: el Oficio es el culto oficial de oración en la Iglesia, es la voz del Cuerpo Místico; en él todas nuestras pobres voces se mezclan con la voz de Nuestro Señor y asumen la calidad de su oración. Este es el valor especial de la oración litúrgica, colocándola en una eminencia superior a todas nuestras pobres oraciones individuales. Pero hay otro aspecto vitalmente importante. En sí misma y prescindiendo de su valor oficial, el Oficio es una forma suprema de oración pura. El nos coloca de frente a Dios, usando las palabras del Espíritu Santo. El Oficio está estructurado en su mayor parte con los Salmos y extractos de la Escritura, entremezclados con fervorosos himnos, incluidos los cánticos supremos: el Te Deum, Magníficat, Benedictus, Nunc Dimittis.
Léanse los Salmos y se verá que algunos de los versos están puestos en la boca de Dios y otros en la boca de la persona que se dirige a Dios. Por lo tanto es un caso de diálogo entre Dios y esa persona. Ahí tenemos la forma ideal de oración; una conversación con Dios.
En segundo lugar, como las palabras son las del Espíritu Santo, podemos descansar contentos en ellas; no tenemos que distraernos elaborando palabras de nuestra cuenta. Descansamos en los brazos de Dios, al igual que el niño en los brazos de su padre, manteniendo una conversación natural y espontánea con El.
No faltan quienes sostienen que es un ejercicio cansado esto de estarse con la misma rutina todos los días, diciendo las mismas cosas. Pero olvidándose de este argumento, estas mismas personas se ponen a urgir la lectura de las Escrituras que también significaría una repetición. Son doblemente inconsistentes tanto más cuanto que el Oficio está principalmente hecho con la Escritura.
Cada palabra de los Salmos proporciona alimento para el pensamiento y el amor. Hay una belleza literaria en ellos, aunque este aspecto no sea un ingrediente vital; pero sí es una ayuda. Allí se hallan todas las emociones y pruebas de la vida. En todo tiempo podemos fácilmente aplicar las palabras a nuestras propias circunstancias personales. Ya estamos implorando a Dios a base de nuestras necesidades, ya nos hallamos respondiendo por Él acerca de ellas. Se repasa todo el curso de la Historia Sagrada. Aparecen los nombres de todas las personas y sitios especiales. Conforme vamos avanzando nos encontramos con profecías respecto al Redentor y a la Mujer destinada a ser cooperadora suya.
Tomando en consideración todos estos aspectos, sugiero que un Oficio o Liturgia de las Horas, y en particular el Breviario de la Legión, ofrece maravillosamente todos los ingredientes de una oración perfecta. El hace otra cosa: se nos entrega por una media hora cada día. Esta entrega es psicológicamente importante, pues nos ayuda a cumplir con nuestro deber con regularidad al tener un lugar fijo en nuestro horario diario y no permitirnos dispersarnos por cosas secundarias. Tiene su puesto propio en la vida. He conocido muchas personas que han adoptado el pequeño Breviario que hemos venido usando hasta ahora y no he sabido de ninguna que lo haya abandonado. Veo a las claras que estas personas parecen deleitarse en él. Con mirarlas uno ya puede decir que están ellas sacando grandes beneficios espirituales de su práctica. Añado el detalle especial de información de que nuestro pequeño Breviario representará un mejoramiento grande sobre el que hemos venido usando hasta ahora. Y no llevará un tiempo largo de rezarlo.
Resumiendo: la oración no es un accesorio o un paréntesis en la Legión sino su misma alma. Prácticamente todas las proposiciones por una modernización de la Legión parecen perder de vista este punto. Ellos proponen un corte en una u otra forma del lugar de la oración, y particularmente de la oración mariana, en las reuniones. Eso no representaría un mero ajuste sino un irse por la tangente que daría como resultado una cosa diferente a la Legión.
La Legión es un mecanismo original y delicadamente equilibrado. Un disturbio de este equilibrio podría llevarla a cosas extrañas, por ejemplo a un mero "activismo" o a un "humanismo" o a una "clase" todo lo cual nada tiene que ver con la Legión.
En particular, todo lo que modificare la actitud característica de la Legión frente a la oración y a María sería destructor. La Legión es una consideración orante con Jesús y con María de los "asuntos del Padre" y un empeño por cumplir con estos asuntos en unión con esta Santa Pareja.
No permitamos ningún falseamiento o desnaturalización de la Legión.
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